El presidente de Colombia, Juan Manuel Santos, y el líder de las FARC, Rodrigo Londoño , más conocido como Timochenko, acercan la esperada paz a Colombia tras más de 50 años de violencia entre gobierno, guerrillas y con la consecuencia de miles víctimas civiles en el país latinoamericano.
Con el mandatario Raúl Castro como testigo, curiosamente el líder que más recientemente se ha enfrentado a otro acuerdo diplomático histórico con un íntimo y longevo enemigo, los Estados Unidos, pactan un periodo de seis meses que les llevará a un punto de acuerdo que nunca un gobierno colombiano había conseguido antes con la guerrilla. Las condiciones no son otras que la garantía de no impunidad y el abandono de las armas por parte de las FARC durante los 60 días posteriores al 23 de marzo, fecha para firmar dicha paz. El nuevo sistema de justicia, que no dependería del poder judicial colombiano y se formaría por jueces propios del país y extranjeros, conlleva el ofrecimiento de verdad y responsabilidad para juzgar a todos los actores implicados en el conflicto.
Ante el temor de un indulto generalizado del que se calcula que se podrían beneficiar hasta 15.000 guerrilleros, el acuerdo especifica que “En todo caso no serán objeto de amnistía o indulto las conductas tipificadas en la legislación nacional que se correspondan con los delitos de lesa humanidad, genocidio y graves crímenes de guerra” aunque debe esperarse que las FARC no firmarán ningún compromiso que signifique la penitenciaría para sus soldados. Por otro lado la evidente transformación del grupo guerrillero en un movimiento político legalizado cambiando el fuego por las palabras se refleja en el punto 10 de dicho acuerdo que especifica que “la transformación de las Farc en un movimiento político legal es un objetivo compartido, que contará con todo el apoyo del Gobierno en los términos que se acuerden”.
Este proceso se ha visto acelerado desde que el pasado mes de julio la guerrilla cesara el fuego de forma unilateral y el gobierno respondiese con la paralización de los bombardeos en las zonas sospechosas de salvaguardar guerrilleros. A partir de entonces este alto el fuego ha sido respetado y derivado en el desarrollo de esta nueva fase de relaciones entre ambos bandos.
A la espera de que en estos meses las condiciones y posturas se vayan acercando en pro de un estado con voz para todos y sin más derramamiento de sangre en la comunidad internacional crecen las voces de apoyo y se aplaude estos avances en Colombia.
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