El pasado 1 de febrero arrancaron en Iowa las esperadas elecciones primarias norteamericanas. El pequeño estado del medio oeste, rural y casi deshabitado, ya que únicamente representa un 1% de la población total estadounidense, es de gran interés para los medios de comunicación internacionales, la opinión pública y la campaña electoral. Los resultados electorales de Iowa son interpretados como un golpe devastador para los políticos con menor popularidad obtenida debido a tres motivos. El primero, el 72% de la población de Iowa es anglosajona, por lo que su bajo carácter multirracial deja entrever la intención de voto del norteamericano medio. Segundo, los resultados de Iowa influyen en la intención de voto en otros estados norteamericanos y desmotivan a los candidatos peor colocados desde comienzos de su carrera por la Casa Blanca. Por último, las elecciones primarias de Iowa se celebran por medio de caucus cerrados, sólo los afiliados de los partidos pueden votar en el caucus. La popularidad en dichas asambleas es vital para atraer financiadores que inviertan en la campaña presidencial que posee un coste medio de US$1.000 millones.
Los resultados de la noche del lunes han sembrado algo de incertidumbre en el partido Demócrata y sorpresa en el partido Republicano. Hillary Clinton quedó en un empate virtual con su principal rival Bernie Sanders. Clinton obtuvo el 49,9 por ciento de los votos, mientras que Sanders obtuvo el 49.4 por ciento de los votos escrutados.
En el partido Republicano ha empezado la carrera por la presidencia con la victoria del senador por Texas, Ted Cruz, que sorprendió encabezando el primer puesto por 4 puntos de diferencia respecto a su mayor rival Donald Trump. Ted Cruz se sitúa como el favorito entre los votantes evangélicos y de origen cubano. El tercer lugar fue obtenido por el senador de Florida, Marco Rubio, también de origen cubano y quien obtuvo un 23 por cierto de los votos escrutados.
Isabel Berga