El escenario central del Brexit es el de una salida ordenada de la UE por parte del Reino Unido; es decir, el Parlamento británico debería acabar aceptando el acuerdo de divorcio, a pesar del ruido que se está produciendo (y del que probablemente vaya a haber en las próximas semanas). Si esto es así, el próximo 30 de marzo la UE se convertirá al fin en un proyecto a 27. Sin embargo, esto no va a implicar que el tema del Brexit se vaya a dejar de discutir en absoluto. Haya o no salida, se hablará durante todo 2019 del asunto.
Para España (como para cualquier otro país comunitario), lo mejor sería que no se produjese la salida británica de la Unión. Esa sería la situación que generaría menos incertidumbre y, sobre todo, menos impacto económico, tanto a empresas como a los ciudadanos de un lado y de otro. A partir de ahí, y siguiendo la misma lógica, cuanto menos disruptivo sea el resultado, mejor.
Este jueves, el ministro de Asuntos Exteriores, UE y Cooperación, Josep Borrel, ha manifestado que no está a favor de un segundo referéndum sobre el Brexit en Reino Unido porque aunque pueda “ser una solución”, no se puede estar haciendo referéndum cada vez que se quiere y, además cree que los referendos han quedado un poco relativizados como forma de tomar decisiones colectivas.
El parlamento, este 27 de febrero, rechazó la propuesta laborista de crear una unión aduanera entre Reino Unido y la UE, lo que habría resuelto el problema de la frontera entre Irlanda e Irlanda del Norte y allanando el camino para un acuerdo.
Ahora, la primera ministra, Theresa May, se someterá a votación el día 12 de marzo el acuerdo que se está negociando en Bruselas “con relativa opacidad” y, si vuelve a ser rechazado, un día después el mismo Parlamento votará si está dispuesto a una salida sin acuerdo.
Laura Fernández Ruiz
