Con copas y mujeres, e intentando no derrochar. Celebramos estos días los 60 años de la firma del Tratado de Roma que reiniciaba la historia de Europa con la voluntad de no volver a permitir un escenario de conflicto como el que en la Segunda Guerra Mundial había provocado 50 millones de muertos. Uno detrás de otro, decenas de miles de ellos exterminados por el fascismo, el comunismo y el fanatismo.
Seis países -Alemania, Francia, Italia, Holanda, Bélgica y Luxemburgo-, firmaron el acuerdo que daba origen a las Comunidades Europeas y al Mercado Común y que hoy acoge a 27 estados en el seno de la Unión Europea. Sólo seis países. Nada más. Porque la Europa de hace 60 años no tenía claro entonces, cuál era la fórmula idónea para impulsar a una sociedad todavía estremecida por la barbarie nazi, por la muerte y la destrucción.
El tratado aprobado en Roma apostaba por la integración progresiva de los estados miembros en torno a políticas comunes y a un proyecto de unión. Mientras que otro planteamiento alternativo, el de la EFTA (Acuerdo Europea de Libre Comercio), firmado poco después por los países nórdicos, Austria y el Reino Unido, proponía un modelo de cooperación a través de un libre mercado pero sin compromisos de ningún tipo sobre cualquier unión política. Y un tercer modelo no democrático, retrógrado y finalmente insolvente, agrupaba a los llamados satélites soviéticos de Europa Central y Oriental en un entramado político económico denominado COMECON.
La entrada de los ingleses en las comunidades en 1973, la incorporación de España y los “países del sur” en los 80 y la apertura al Este del espacio europeo tras la caída del muro, terminó por convertir la Unión Europea, desde Maastrich, en un símbolo mundial del progreso de la democracia, las libertades y la solidaridad.
Ésta es la razón última y fundamental por la cual los terroristas del yihadismo, los nihilistas de Oriente y Occidente, los miserables asesinos de civiles y policías desarmados atacan Europa y a los europeos. Porque los valores moderados de liberales, social demócratas y cristiano conservadores han sido capaces de construir un espacio libre y amplio de convivencia social y multicultural. A partir de las ruinas y la memoria de dos guerras devastadoras. Sobre la base del respeto a las leyes y a las minorías. Con respeto igualmente por las creencias. En paz.
Hoy celebramos los más de 60 años de una Europa en paz. En silencio pero con la mirada firme para recordar los atentados que dentro y fuera de Europa nos recuerdan la importancia de nuestro proyecto. Con la mirada fija en las víctimas de las guerras que aún siguen asolando a millones de ciudadanos incapacitados para construir un espacio propio y similar. Sordos ante las palabras necias e insignificantes. Libres e iguales ante la ley.
José Mª Peredo es director de El Observatorio de las Relaciones Internacionales