En uno de los discursos inaugurales más famosos de la historia reciente el Presidente Kennedy pidió a los americanos que no pensaran en lo que su país podía hacer por ellos sino en lo que ellos podían hacer por su país. Tras ocho años de mandato del veterano Eisenhower y con la guerra fría y la carrera armamentística en marcha, la transición hacia la nueva generación de los años 60 representada por el joven católico, significó uno de los cambios más radicales en la Presidencia de Estados Unidos.
Igualmente radical fue el relevo presidencial en 2008 cuando Obama sucedía a George W. Bush dejando atrás la herencia neoconservadora que había situado a la administración norteamericana en los índices más bajos de popularidad dentro y fuera del país. Y aunque menos disruptivo en términos de política exterior durante los primeros meses, el final de ciclo demócrata y la derrota de Gore en el año 2000 se vio teñido por la incertidumbre generada como consecuencia del recuento de votos de Florida, sellado por la intervención del Tribunal Supremo.
Mucho menos impactante fue la transición de la débil presidencia de Carter hacia la fortaleza del optimismo de Reagan. Aun cuando la llegada del conservador significó una verdadera revolución política en una América dispuesta a recuperar el liderazgo perdido en materia de defensa, seguridad internacional y crecimiento económico liberal. Y aún menos convulso resultó el relevo del moderado republicano Bush por el centrista demócrata Clinton, convencidos ambos de que el momento histórico del colapso de la Unión Soviética y la emergencia del paradigma globalizador, debían ser liderados por la democracia americana y por sus principales aliados de Europa y Asia.
En unos y otros casos, la retórica de los discursos, el acierto en las decisiones y los acontecimientos históricos no fueron siempre de la mano. Los atentados de las Torres Gemelas obligaron a los republicanos a rehacer la estrategia de seguridad, y la crisis económica forzó a Obama a modular las reformas progresistas que había propuesto. Kennedy, no pudo terminar de escuchar la respuesta de los ciudadanos del mundo a quiénes había preguntado “qué podemos hacer entre todos por la libertad”. Pero en la mayor parte de las ocasiones, el éxito de las transiciones presidenciales estuvo apoyado sobre el respeto a las exigencias del sistema democrático y sobre una política exterior más o menos continuista pero siempre respetuosa con los compromisos y con los principales aliados del mundo libre.
El 20 de enero de 2017 el nuevo Presidente de los Estados Unidos tomará posesión de su cargo ante una audiencia global, diversificada, preocupada y democráticamente débil. No sabemos lo que va a decir Donald Trump a los ciudadanos del mundo. Esperamos que sea claro y sosegado en sus mensajes. Que nos inspire su discurso.
José María Peredo Pombo es Catedrático de Comunicación y Política Internacional de la Universidad Europea de Madrid