Cuando llegan las vacaciones y subimos a un avión para volar a otro país, nunca nos paramos a pensar en lo difícil que es para una compañía aérea poder realizar una ruta internacional. A los pasajeros nos lo ponen todo muy fácil, ofreciéndonos una amplia cantidad de destinos y, si estamos de acuerdo, solo tenemos que pagar un billete y listo.
En los vuelos internos de un país todo es mucho más fácil en cuanto a permisos. La cosa cambia con los vuelos internacionales. Un buen ejemplo para entenderlo lo hemos vivido en nuestro país estas últimas semanas. Los protagonistas han sido Emirates, México y España. La historia de lo ocurrido nos hará entender cómo la geopolítica afecta a tantos ámbitos. Uno de ellos es la aviación.
El negocio es el negocio
Antes de adentrarnos en la problemática, toca recordar la importancia que tiene el sector aeronáutico en la economía de un país. Cada vez que un avión aterriza en una ciudad, paga tasas por cada pasajero que transporta, deja a cientos de personas en tierra que se dejarán parte de sus ahorros en el comercio local, en su bodega transporta toneladas de mercancías que se repartirán por la zona y los pasajeros más negociadores cerrarán contratos en sus reuniones de empresa. Sin olvidar los puestos de trabajos que genera un aeropuerto o los impuestos que se pagan con las toneladas de carburante que utiliza cada avión. Todo son ventajas y que un avión aterrice en un país, hace que se mueva la economía.
La compañía Emirates, perteneciente al gobierno de Dubái, anunció en marzo sus intenciones de volar a México. Pero por motivos técnicos no puede hacer un vuelo directo. Necesita una escala técnica en algún sitio a medio camino, y Europa es un buen lugar. Barcelona fue el aeropuerto elegido por la compañía. La capital catalana saldría beneficiada ya que ganaría un nuevo destino internacional, México, y ampliaría a una tercera frecuencia diaria su conexión con los Emiratos Árabes, que cubre esta ruta, por cierto, con el avión comercial más grande del mundo: el Airbus A380 con capacidad para 615 pasajeros entre la clase turista y la business.
Para poder realizar esta operación se necesitan una serie de permisos. Los más importantes los tienen que aprobar los países implicados en la ruta, en este caso, España y México. ¿Qué ha ocurrido? Desde España se ha dado el visto bueno a la operación, pero desde México no. ¿El motivo? Defender los intereses de Aeroméxico, la compañía aérea mexicana, a pesar de estar privatizada. Así, se desautorizó la creación de la ruta y fue Aeroméxico quien anunció que crearía la ruta Ciudad de México – Barcelona.
¿Cómo se rige el derecho de poder sobrevolar un país y aterrizar en él? Lo dictan las libertades del aire. Algunas necesitan la autorización de los países.
Las libertades del aire
Todo avión tiene derecho de volar sobre el territorio de otro estado sin aterrizar (primera libertad) y de aterrizar si por razones técnicas fuera necesario (segunda libertad). Estas libertades fueron firmadas en el Convenio de Chicago de 1944 y afectan a la aviación comercial.
Las tres siguientes libertades requieren una autorización. El derecho a desembarcar pasajeros, correos y carga (tercera libertad), el derecho a tomar pasajeros, correo y carga (cuarta libertad) y el derecho a tomar y desembarcar pasajeros, correo y carga con procedencia o destino a terceros estados (quinta libertad).
En el caso que hemos citado, España sí daba la quinta libertad a Emirates, pero México no la autorizó. De esta manera, el proyecto de ruta quedó desestimado.
Ha sido un intento de defender los intereses de la economía de un país, México. Y decimos intento porque ha fracasado. A los pocos días de empezar a vender billetes para unir Ciudad de México con Barcelona, se ha anunciado que se suspende la ruta de forma indefinida.
A todos los países les interesa que las compañías aéreas elijan sus aeropuertos para volar, pero no se puede favorecer la llegada de compañías extranjeras si existe la posibilidad, tanto técnica como de viabilidad económica, de que las propias del país puedan hacerlo.
Como dice Trump con su “America first”, la economía propia de un país siempre primará por encima de la del resto.
Redacción