Esta semana ha sido crucial en Yemen. En tan sólo unos días, la violencia que vive el país se ha intensificado potencialmente y Estados Unidos, que hasta ahora había intentado no involucrarse, se ha convertido en una parte activa del conflicto. El pasado fin de semana, los rebeldes hutíes intentaron hundir una embarcación americana. Estados Unidos lanzó, como respuesta, su primer ataque contra territorio controlado por estas fuerzas rebeldes.
Hasta ahora, el gobierno de Obama había fomentado la estrategia de “manos libres”, prefiriendo actuar a través de otros antes que implicarse directamente. Para los americanos, Yemen nunca fue una prioridad: todos los esfuerzos diplomáticos se han concentrado principalmente en Siria y en otros conflictos regionales como el de Israel y Palestina. También se ha intentado mejorar las relaciones con Irán a través del acuerdo nuclear.
Ahora, Estados Unidos corre el riesgo de verse absorbido en un nuevo conflicto – el de Yemen – y con ello, las potencias occidentales, que hasta ahora lo han ignorado en múltiples ocasiones, han puesto su foco de atención en el país. Sin embargo, el conflicto en Yemen no es algo actual; ya en los años 90 el norte y el sur se unieron en un mismo Estado, pero esto no evitó los combates esporádicos entre ambas partes. No fue hasta 2011, en la conocida primavera árabe, cuando la violencia escaló y el presidente del momento – Salé – se vio obligado a abdicar. Los rebeldes hutíes, de confesión chií y próximos a Irán, tomaron la capital tres años más tarde, en 2014. Fue en este momento cuando el conflicto se hizo relevante en el plano internacional: Arabia Saudí, de confesión suní, junto con el respaldo de Estados Unidos y diversos países árabes y africanos, intervinieron en apoyo del gobierno del presidente Hadi.
La inestabilidad, el desgobierno y la violencia desangran Yemen. El coste humano del conflicto ha superado las 3.000 víctimas civiles, y los 2 millones y medio de desplazados. Además, el 83% de la población es altamente dependiente de la ayuda humanitaria. Todo esto no parece tener solución en un futuro cercano. La complejidad del conflicto se acrecienta por las múltiples facciones que están en combate, que por si fueran pocas, no podemos olvidar la presencia del terrorismo de Al-Qaeda en la Península Arábiga, y esta semana, la nueva presencia de Estados Unidos.
Silvia Prada Herrero
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