La era de competición estratégica global. España: cuestión de identidad | Global Strategy – Universidad de Granada FacebookTwitterWhatsAppEmailLinkedIn
Global Strategy Report 1/2020
La “Era de Occidente” llega lenta, pero inexorable a su fin y el mundo nuevo necesitará gente nueva. Incluso si los “Estados Unidos de Europa” alguna vez se hacen realidad, (algo que no considero un peligro), su papel sería similar al de España dentro de Europa: brillo antiguo, poder pasado y gloria, pero sin ninguna autoridad real, fuerza o influencia.[1]
Peter J. Sandys. The Waning of the West
Resumen: El declive del conocido como Orden Liberal ha dado lugar a un periodo de rápida evolución geopolítica global hacia una tendencial situación multipolar caracterizada por una Competición Global entre Grandes Potencias. Esta circunstancia afecta a España en todos los ámbitos, se trata de un desafío existencial que tiene como referencia los interese nacionales. Es necesario cambiar los paradigmas de análisis estratégico y emprender una profunda innovación en los aspectos diplomático, económico, informativo, tecnológico y militar. La evolución de la situación internacional tiene, y tendrá, consecuencias importantes para España, como nación y como Estado. Nuestro país debe identificar la situación internacional y sus tendencias geopolíticas, la problemática que se deriva para los intereses nacionales y la concepción, articulación y ejecución, de la consiguiente estrategia, tras lo que es necesario actuar en consecuencia. Mas allá de lo imprevisible de los hechos futuros, habrá que identificar y superar las carencias de conocimiento, así como demostrar capacidad de anticipación y valorar la adecuación de las estructuras políticas propias y multilaterales a la consideración de los intereses nacionales.
Introducción
Según Kishore Mahbubani, “A principios del Siglo XXI la Historia dobló una esquina, quizás la más significativa que ha doblado la humanidad, pero Occidente se niega a aceptar o adaptarse a esta nueva Era histórica”.[2]
Se admite que, a mediados de la primera década del presente siglo el mundo entró en una dinámica de cambio geopolítico profundo, complejo y acelerado, pero se carece de un concepto ampliamente compartido de las causas y de la secuencia de desarrollo de los hechos que provocan tanto el proceso de desintegración del Orden Liberal, como de la posible transición hacia un Nuevo Orden Mundial. Algunos académicos y analistas han escogido el modelo estático de la “Guerra Fría” como referencia de análisis de la situación competitiva entre Estados Unidos y China, pero al tratarse de un proceso eminentemente dinámico, en el presente análisis se adoptará el escenario de Competición Estratégica entre Grandes Potencias (Power Politics). En principio, la Competición se establece entre dos modelos, el Occidental y el chino, cuyo objetivo inmediato es ganarse para sus causas a los países del antiguo Tercer Mundo, hoy denominados el Sur Global.[3]
El presente análisis se fundamenta en la evaluación de la situación geopolítica y su evolución, entendiendo por tal la relación de los factores políticos, geográficos, económicos, tecnológicos y militares, desde el punto de vista de los actores estratégicos. Al igual que la economía, la geopolítica asume que los acontecimientos se gestionan, principalmente, por fuerzas impersonales, no por el capricho humano o la ideología.
Para expresar la situación global se recurre como referencia a los conceptos de Orden Mundial e Internacional. Siendo esta terminología algo confusa, se constata que la acepción empleada en el texto es la expresada por Henry Kissinger que, asumiendo el sentido metafórico del término y partiendo de la premisa de que “un verdadero Orden Mundial nunca ha existido”, lo enuncia de la siguiente manera: “… describe el concepto mantenido por una región o civilización sobre la naturaleza de acuerdos admitidos como justos y de la distribución de poder considerada aplicable al mundo entero. Un Orden Internacional consiste en la aplicación práctica de esos conceptos a una parte sustancial del globo, lo suficientemente amplia para afectar al equilibrio de poder global. Los Órdenes Regionales implican los mismos principios aplicados a una determinada zona geográfica”.[4]
A nivel mundial se constata la más profunda transformación en medios de información desde la invención de la imprenta en el 1439, asistiendo a una revolución de la que, como en todas, son difíciles de prever los efectos. La acción de los nuevos sistemas de comunicación también afecta al análisis geopolítico y, en este sentido, se identifican tres rasgos de importancia: cambios en las relaciones de los Estados con sus ciudadanos, confusión entre el mundo real y la movilización virtual, así como los viejos vs los nuevos Medios de Comunicación con su omnipresencia y contundencia.[5]
La implantación de la comunicación digital ha afectado substancialmente a la gestión geopolítica al facilitar que las restricciones tradicionales de actuación puedan circunvenirse al ser la relación espacio-tiempo menos relevante, así como en activar “formas nuevas de hacer las cosas” como la simulación virtual. Desde el punto de vista del ejercicio del poder, la irrupción de las tecnologías de la información ha provocado la alteración de las interacciones intergubernamentales. La Seguridad Nacional y la Política Económica se han venido aplicando en ámbitos diferentes, pero la “network” económica global constituye un nuevo dominio de acciones estratégicas, amenazas, objetivos, sanciones, etc., donde se ejerce la Competición.
A su vez, se han modificado las relaciones entre gobiernos y ciudadanos, evolucionando desde una estructura jerárquica a otra más horizontal mediante el empleo “networks”, lo que permite una más fácil y rápida organización y movilización de los ciudadanos con fines políticos, independientemente de la distancia física. Las tecnologías digitales, al unirse con los algoritmos de las corporaciones, han creado infraestructuras que se transforman en “hábitats” digitales a medida que los ciudadanos se registran en las plataformas, erosionando de esta manera el poder gubernamental.
En este nuevo contexto, el protagonismo del Estado-nación ha cambiado debido a su relativo debilitamiento frente a otros actores como son las comunidades on-line y las corporaciones multinacionales generadoras de riqueza, cuya actividad de interés se basa en su propio beneficio. La situación ha producido un desequilibrio entre las capacidades del Estado y las expectativas de los ciudadanos. A esta coyuntura Zygmunt Bauman la denominó «modernidad líquida«[6] que enfatiza el carácter temporal de las instituciones, las ideas y las modas, una situación en permanente mutación, debido a que su morfología está en constante cambio, con el fin de adaptarse a las necesidades del sistema global. Esta «modernidad líquida» se caracteriza por un poliformismo de «verdades» y «narrativas» paralelas.
Además, hay que destacar que la creciente divergencia entre tendencias sociales emergentes en el seno de Occidente establece la división entre globalismo y localismo, ya que la tradicional dicotomía entre izquierdas y derechas se considera en vías de superación por la pugna entre visiones de la sociedad, abiertas y cerradas puede constituir el principal reto político del mundo actual.
El evidente retroceso de la posición de preeminencia de Occidente se materializa en un nuevo reparto de la distribución global de centros de poder y en el percibido declive del modelo de gobernanza mundial basado en normas e instituciones: el multilateralismo. Aunque las razones de este cambio son diversas, varias de ellas están vinculadas a los efectos del aumento de la conectividad global, conocido como Globalización, y al eclipse de la hegemonía de los Estados Unidos. Hay que poner de manifiesto que también existe un conflicto de valores que configura una reestructuración global del potencial de competición occidental.
Los impactos de la Globalización son bruscos e incontrolables, debido a que su principal propulsor es el efecto conjunto de la comunicación, computación y almacenamiento de datos. En el ámbito económico se ha producido el cambio desde una faceta capitalista basada en la gestión de la producción en masa a otra soportada en la configuración del comportamiento del consumidor como base del negocio. Las experiencias de los usuarios se convierten en datos, a modo de materias primas que permiten crear perfiles de comportamiento como consumidores para adelantarse a sus demandas. Esta modalidad de capitalismo ha sido denominada “Surveillance Capitalism”.[7]
El efecto globalizador ha materializado una armonización en el reparto de la riqueza a nivel mundial, hecho conocido como la “Gran Convergencia”, provocando sentimientos Antiglobalización en Occidente y los opuestos en los mercados del Sur Global.[8] Las nuevas líneas divisorias entre Grandes Potencias con implicaciones estratégicas se configuran en torno a cuestiones sociales, económicas, ambientales, de identidad y de seguridad, factores que afectan al equilibrio de poder regional y global, así como a la coherencia interna de los estados.
En Occidente, la disminución del protagonismo del Estado procede, en parte, de las contradicciones internas del Orden Liberal producidas, entre otras causas, por la Globalización. El perfil del liberalismo puede ilustrase con la figura del “hombre de Davos”, atribuida a Samuel Huntington[9], o la “superclase global”[10] según Ronthkopf, con la que se referían a una élite transnacional, que se aprovecha los efectos de la Globalización en las relaciones económicas, que no practican el patriotismo, que consideran las fronteras prescindibles y a los gobiernos como reliquias, ya que su actividad es facilitar las “operaciones globales de la élite”.
Tras la Guerra Fría, la tipología del “hombre de Davos” fue la más demandada, pero en Occidente la fe de la élite en el globalismo colisionó con una mayoría que seguía apoyando las identidades nacionales. Existe una amplia opinión que emplea la denominación de “democracia no representativa” para definir la situación de separación social entre un segmento cosmopolita y el conjunto de los ciudadanos. La debilidad del Orden Internacional Liberal ha evolucionado a la baja según se han ido desarrollando los efectos de la Globalización, por lo que un acontecimiento externo ha producido una metástasis de difícil solución.
Son numerosos los analistas y académicos que definen claramente que la denominada Crisis Financiera Global y a la consiguiente recesión (2008) como el punto de inflexión del capitalismo occidental. Los traumáticos efectos producidos en amplios segmentos de la población de Occidente, Estados Unidos y Europa, en forma de desempleo, ruina de empresas y radicalización social, llevó a la implantación de medidas de austeridad. La falta de suficiente estímulo fiscal en Occidente significo la perdida de una década por retroceso del crecimiento anterior. Durante este tiempo China ha continuado su crecimiento desafiando al modelo Occidental.
El anunciado advenimiento de la denominada Política de las Grandes Potencias (Power Politics) es un hecho ampliamente reconocido como el perfil tendencial del nuevo Orden Mundial en formación, aunque existen teorías que apoyan otros escenarios. En esta situación el modo de relación entre las Potencias se ejercería mediante la Competición Estratégica redefiniendo las alianzas existentes. Consecuentemente, y si se mantiene la progresión de la tendencia, cada estado con identidad tendrá que articular su propia estrategia para sobrevivir, adaptarse y situarse durante el periodo transitorio hacia un nuevo Orden.
La Estrategia de Defensa Nacional de los Estados Unidos (NDS) de 2018[11], recoge este ambiente al establecer que: “estamos saliendo de un periodo de atrofia estratégica, conscientes de que nuestra ventaja competitiva militar se ha erosionado. Hacemos frente a un creciente desorden global, caracterizado por el declive del Orden Mundial basado en normas, creando un ambiente más complejo y volátil de los que se recuerda. La Competición Estratégica interestatal, no el terrorismo, es ahora la principal preocupación para la Seguridad Nacional de Estados Unidos”. Esta claridad de descripción del contexto internacional complementa a lo recogido en la Estrategia de Seguridad Nacional (NSS) de 2017.
La postura de Washington ante la nueva situación quedó también expuesta con claridad en la NDS 2017 al declarar: “El principal reto a la prosperidad y seguridad de los Estados Unidos es la reemergencia de la Competición Estratégica a largo plazo con las denominadas por la NSS 2017 “potencias revisionistas”. Es claro que China y Rusia quieren configurar un mundo de acuerdo con su modelo autoritario, pretendiendo obtener la capacidad de veto sobre decisiones económicas, diplomáticas y de seguridad de otras naciones”.
La Competición Estratégica Global no llega, por ahora, a una situación prebélica en el sentido tradicional pero tampoco es una situación de paz entre Grandes Potencias algo que se presenta como una característica dominante en el Siglo presente. Las relaciones entre las principales Grandes Potencias en esta transición hacia un nuevo “Orden” es de rivalidad y competición ya que, naturalmente, existe una constante pugna de poder y creciente contestación de los fundamentos del Orden Mundial hasta ahora en vigor, el denominado Liberal. Los nuevos actores tratan de recuperar esferas de influencia histórica y, para ello, desde su autonomía estratégica, persiguen el desgate del Orden vigente[12].
Las estrategias empleadas por Rusia y China para alcanzar la autonomía como Grandes Potencias y competir con Estados Unidos han sido, y son, diferentes en cuanto a su naturaleza y empleo del poder. Así Rusia, considerada como Potencia en declive, recurre a actuaciones de “poder duro” para sus relaciones con Europa a la que contempla desde la debilidad por su auto-consideración de paradigma del “poder blando”. Por su parte, China, como nueva Potencia, basa su poder primario en la economía de la que se derivan su capacidad militar, avances tecnológicos e influencia global. Aunque el efecto competitivo o colaborativo de ambas Potencias tiene su aplicación inmediata a nivel regional, sus consecuencias son globales. La Competición también es, por lo tanto, un modo de acción estratégico con la innovación permanente de sus instrumentos como elemento de obtención de ventaja competitiva.
Hay que tener en cuenta que esta novedosa situación requiere una nueva definición de lo que, en la Guerra Fría se conocía como “estabilidad estratégica” para referirse al aseguramiento del equilibrio nuclear mediante procedimientos para evitar enfrentamientos y escaladas. El término propuesto por la Alta Escuela de Economía de Moscú para definir la situación actual es “estabilidad estratégica multilateral” lo que implica un estado de relaciones entre Potencias Nucleares que posibilite evitar un choque militar entre ellos, tanto intencionado como por accidente, para evitar la escalada nuclear.[13]
Transición entre órdenes
En octubre de 2018, Sergei Karaganov y Dimitry Suslov publicaban un ensayo titulado: “Un nuevo Orden Mundial: una versión rusa”[14], en él se expresaba que, desde 2017-18, el Orden Internacional, “heredado” del pasado, se había colapsado. El punto álgido del proceso de cambio había entrado en su apogeo mediante la “contención” de los Estados Unidos a la aserción de Rusia y China. Este cambio era debido, principalmente, a la progresiva “erosión” del modelo liberal y a las profundas contradicciones internas y externas de las Potencias occidentales. También exponían la disposición rusa para colaborar en la formación del nuevo Orden, algo que llevaría tiempo y produciría conflictos y crisis. Lo expresado puede entenderse como una visión rusa del cambio geopolítico mundial.
El final del Orden Hegemónico
La ausencia de victoria tras la “Guerra sin Fin” contra el yihadismo, la problemática situación económica y la creciente división política en el país (guerra cultural)[15], son factores que han incidido en que se haya visto contestada la hegemonía global de los Estados Unidos. Tras las nuevas configuraciones mundiales en economía, nuevas tecnologías y desarrollo humano, causa y consecuencia de la última Globalización, el centro de gravedad geopolítico mundial se traslada tendencialmente a algún lugar del centro de Eurasia, como estaba hace tres siglos. A su vez el avance de China se ha concretado en la consolidación de un sólido líder mundial tecnológico y económico que controla defensivamente el Sur del Mar de la China y ha materializado su plan estratégico de influencia económica en Eurasia mediante la Iniciativa “One belt, one road”[16].
Esta iniciativa contempla a Eurasia como espacio de influencia china y plataforma de proyección a África. En una Era de dominio naval estadounidense el imperativo estratégico chino es minimizar la dependencia marítima para su economía. La Iniciativa pretende, además, conectar la zona Asia-Pacifico con Europa y África, asegurando el suministro de productos energéticos y minerales.
En la parte asiática del continente se ha producido uno de los más decisivos desarrollos económicos de los últimos 30 años, permitiendo su inclusión como actor en el flujo mundial de capital, comercio, talento e innovación. En los pasados 50 años, siete países en el mundo, todos asiáticos, han tenido un crecimiento del PIB de 3,5 % o más, per cápita. En los últimos 20 años, 11 países han crecido por encima de 5% de PIB per cápita siendo más de la mitad asiáticos. En 20 años se espera que el 50% del PIB, el 40% del consumo y el 50% de la clase media mundiales, serán asiáticos.[17] Pero el tema ya no es tanto el crecimiento económico de Asia sino la forma en que China va a ejercer su poder.
Por su parte, Rusia tiende a influir en los territorios anejos a sus fronteras, desestabilizar la Unión Europea y asentar su influencia en el Mediterráneo y en Oriente Medio, así como desestabilizar otras zonas. Su estrategia opta por tres modos de acción: habilitar una defensiva estratégica asimétrica que permita mantener los intereses vitales, influir en la configuración del nuevo Orden Mundial y efectuar las reformas domésticas necesarias para posibilitar su actuación.
El modo de acción más importante en el “desorden mundial” a que alude la estadounidense NDS 2018, es la Competición Estratégica que se centra en tres regiones euroasiáticas de la mayor importancia: Asia Oriental, Oriente Medio y Europa. Los Estados Unidos se encuentran en la disyuntiva estratégica de aceptar las esferas de influencia de las “Potencias Revisionistas” o mantener el Orden hasta ahora existente basado en normas internacionales.
La situación se puede contemplar desde la siguiente óptica: se ha ido modulando a la baja el poder de influencia de los Estados Unidos, se reduce el papel de las Instituciones Internacionales y se va conformando un modo de acción internacional conocido como Competición Estratégica entre Grandes Potencias. Con ello no queda definido el panorama geopolítico actual pues es necesario conocer en detalle las causas de su rápida evolución, posibilitada por la Globalización, y definir la taxonomía de los instrumentos de la Competición Estratégica. La nueva situación crea la necesidad de comprobar si la actual lógica formal de las Relaciones Internacionales es suficiente para gestionar el escenario o necesita adaptación, dado que enfrentarse con lo que no tiene precedentes requiere un nuevo lenguaje.
Las investigaciones sobre el tema no se han hecho esperar, así, el informe de la RAND “Understanding the Emerging Era of International Competition. Theoretical and Historical Perspectives”[18], describe, entre otros aspectos, como ha sido necesario definir el concepto de Competición Estratégica en el ámbito Internacional, de forma que pueda ser práctico. La definición propuesta por RAND es: “el intento de un actor internacional de obtener ventaja, generalmente en relación con otros actores a los que se percibe como desafío o amenaza, mediante la búsqueda interesada de bienes en disputa como el poder, la seguridad, la riqueza, la influencia y el status”, lo que no deja de ser la definición académica de estrategia. No obstante, se podía entender como la defensa de los intereses nacionales por diferentes medios en un contexto de alta complejidad; las denominadas Guerras Comerciales son un ejemplo de un modo de acción competitivo. Hay que poner de manifiesto que, en la última parte del periodo de hegemonía estadounidense, la teoría realista de las Relaciones Internacionales ha vuelto al frontispicio académico en perjuicio de la neoliberal y constructivista, la definición de RAND va en esa dirección.
Por lo tanto, aspectos a tener en cuenta para el análisis son también la referencia al contexto histórico y los procesos estratégicos. En la actualidad, los factores que determinan esos procesos son: la relativa debilidad de Occidente y la irrupción de Grandes Potencias no occidentales consolidadas como centros de poder. Al utilizar las tendencias históricas y conflictos estructurales se puede reconocer la existencia de un continuum de sinergias que no desaparecieron con la Guerra Fría. El polo no-Occidental que materializó la Unión Soviética, tiende a ser ocupado en la actualidad por una potencial entente chino-rusa que habilitaría a Eurasia como el continente decisivo en este siglo y polo antagonista de Occidente.
Competición
De la situación se infiere que la Competición Global principal será marcadamente bilateral entre China y Estados Unidos. Sus visiones estratégicas son opuestas y sus valores políticos también. En este sentido, el pasado 17 de septiembre de 2019, el Consejo de Estado de Información de China emitió un “White Paper” titulado “China and the World in a New Era”, el primer documento oficial de Beijing que expone las relaciones entre China y el Mundo. Se declara que China se ha convertido en un gigante y especula como empleará su poder, pero tal hecho no se considerará acto hostil, ya que no va a aplicar la lógica occidental que se materializa en el hecho de que un país tras adquirir fortaleza debe buscar la hegemonía. El “Paper” trata de aliviar, en lo posible, la ansiedad internacional que provoca el fortalecimiento chino.[19]
En la presente y futura Competición Global, el escenario de actuación de China será de alcance global, pero orientado principalmente a la zona Indo-Pacifico, El Sur Global, un escenario pluri-continental que incluye a África, Australia y la totalidad de Eurasia. Para posibilitar el suministro de los recursos que necesita su economía, se debe mantener el acceso ininterrumpido a los mismos. De estas necesidades se deduce la iniciativa “One belt, one road” de naturaleza estratégica, con medios predominantemente económicos, financiando la multibillonaria infraestructura necesaria para coordinar las emergentes economías de Asia y África. La “Iniciativa” requiere el control de las principales rutas comerciales con Europa, a la vez que permite el despliegue de las fuerzas militares chinas en las zonas que contienen los recursos que necesita la economía y puede ser la evidencia, base de Djibuti, de como China piensa emplear el poder militar para: “sin ocupación permanente del territorio, proporcionar seguridad a los recursos y al comercio, así como ganar influencia política”. [20] O lo que es lo mismo, en el crecimiento económico participa el poder militar.
El Presidente Xi Jimping puede continuar desarrollando una Gran Estrategia basada en la gradual expansión territorial y marítima de la influencia china. La tentativa zona oriental de influencia de Beijing, su periferia marítima, constituye una zona de intereses y actividades superpuestas chino-estadounidenses. En esa zona, China ha desarrollado una estrategia defensiva ante la superioridad naval estadounidense. Dado que Estados Unidos y China tienen sólidos motivos para evitar la guerra, pero que se sienten cada vez más enfrentados por intereses vitales coincidentes, implica que las dos Grandes Potencias deben buscar alguna fórmula de «coexistencia competitiva«. Es evidente, por ahora, las economías de los dos países interactúan, la Competición no recae tanto en un conflicto ideológico como en un torneo económico.
El actor ruso es, estructuralmente, el más débil de una Competición a tres, lo que le resta opciones de enfrentamiento. Desde 2014, debido al deterioro de relaciones con Occidente, Rusia se ha acercado a China, Irán y Turquía, indicio del partido que tomará en la Competición chino-americana. Aunque Rusia económicamente[21] no es comparable con China y Estados Unidos, forma parte del “equilibrio” dado que su poder nuclear es homologable. El “Gran Juego” de Eurasia del Siglo XXI, es cualquier cosa menos simple y directo. Una floreciente alianza entre China y Rusia que, al menos por el momento, está superando las posibles diferencias entre las dos potencias, ha provocado una compleja danza geopolítica en Eurasia.[22]
Desde un punto de vista geoeconómico, el polo euroasiático es más fuerte si se considera la futura colaboración chino-rusa. China es el segundo socio comercial de Rusia (después de la UE) y el socio individual más grande de Rusia tanto en exportaciones como en importaciones. Aunque para China el mercado ruso es, en el mejor de los casos, de segunda categoría, ocupa el décimo lugar en las exportaciones chinas y no está entre los diez primeros socios ni en importaciones ni en comercio total. Según Karaganov y Saslov,Rusia profundizará sus relaciones con China e India a la vez que acercará posturas con Japón, Corea del Sur y los países europeos que se presten a ello. La postura rusa es mantenerse “tácticamente flexible, preparada para cualquier eventualidad, pero más estratégica con vistas a la construcción de un Orden Mundial estable, pacífico y bueno para Rusia.”[23]
A finales de septiembre de 2019, con motivo del septuagésimo aniversario del establecimiento de relaciones diplomáticas entre la antigua Unión Soviética y la República Popular China, se acordó ampliar y ahondar su colaboración económica, militar y tecnológica dado que “acciones externas” limitan su acceso a mercados internacionales y tecnología. La colaboración está orientada a atender las carencias domésticas y competir ventajosamente con Estados Unidos en tecnologías críticas.
La colaboración ruso-china comparte una común animosidad hacia los Estados Unidos, ya que ambos han sido confrontados por los norteamericanos y han tomado acciones contra la visión estratégica estadounidense de dividir el territorio euroasiático y ejercer el control de los “Rimlands” de Spykman[24]. Esta comunidad no excluye la utilización reciproca para obtener ventaja en los dominios económico, tecnológico y militar.
La morfología de un hipotético ecosistema multipolar está por definir y las referencias difíciles de concretar ya que los antecedentes históricos están sustanciados en otra realidad[25], empezando por la consideración actual de Gran Potencia. El posible protagonismo de las denominadas Potencias Medias está por definir, bien pueden acogerse a una Gran Potencia como polo, o activar entre ellas “networks” que actuarían según criterios liberales, caso por caso, pauta que se ha seguido en la “Alliance for Multilateralism”.
No parece probable que la situación futura se siga identificando con el ambiente de otra Guerra Fría, pues se exageraría la amenaza existencial que representaría China y dejarían de considerarse los verdaderos logros que conseguiría en su competición a largo plazo con los Estados Unidos, tampoco parece que China se empeñe en construir bloques ideológicos o provocar “proxy wars”. Más bien la situación recordaría la materialización de un antiguo y conocido adagio, el que expresó en el siglo XIX el Premier británico Palmerston al afirmar que no existen aliados o enemigos eternos, solo intereses nacionales que pueden cambiar de vez en cuando. Situación lo más parecida al ejercicio del “power politics” con su correspondiente resultado: “Un Orden Mundial basado en normas está ahora depositado en las orillas de la nostalgia estratégica Occidental. Al mismo tiempo, la ley internacional ya no es una fuerza creíble”[26].
La perspectiva de futuro se presenta como un escenario global, fluido, en red y complejo, amalgama que produce un resultado natural: alta incertidumbre, lo que contagia cualquier previsión estratégica. La Valoración Retrospectiva parece el procedimiento adecuado para averiguar las consecuencias, pero esa tarea la efectúan los historiadores. No es solución.
¿Puede la Unión Europea actuar como una gran potencia?
Con la frase “La finalidad, incluso la existencia, de nuestra Unión está siendo cuestionada”, comenzaba el prólogo a la “Estrategia Global para la Política exterior y Seguridad de la UE” (EUGS) de 2016. firmado por Federica Mogherini, Alta Representante de la Unión para Asuntos Exteriores y Política de Seguridad. Había que preguntarse desde cuando se era consciente de ese grave cuestionamiento, por quien y el porqué.
La Europa cuestionada
Durante los últimos años la UE ha soportado, con cierta indiferencia, las consecuencias de la evolución del Orden Internacional, así como las de los cambios económicos y tecnológicos en forma del desarrollo y la convergencia de las esferas físicas, digital y biológica. El retraso europeo en asumir y articular los cambios estructurales necesarios para enfrentar un nuevo contexto geopolítico y los retos disruptivos de la Cuarta Revolución Industrial[27] están en la base de los problemas que la afligen. La “lentitud” tanto en el reconocimiento de la situación como en el diseño y activación de las necesarias adaptaciones, dado el relativo retraso en la innovación, junto con la dificultad para compromisos internos debido a desacuerdos esenciales, ha resultado en una crisis prolongada y existencial del “proyecto” europeo. El Brexit, en cualquiera de sus desenlaces, constituye un acontecimiento de imprevisibles consecuencias para el futuro de la UE pues, además de las disfunciones que provoca, puede activar un efecto dominó. El ideal de llegar progresivamente a una federación de diferentes países desde una unión económica y monetaria a otra fiscal, continuando hasta la consolidación política, se ve cuestionado por los hechos en su misma esencia.
El cuestionamiento de la UE como actor estratégico o lo que es lo mismo, de su capacidad de actuación geopolítica, es el rasgo principal que ha alimentado el debate sobre Europa como entidad política plena, algo que se evidencia por su continuada falta de protagonismo real en el contexto geopolítico mundial, no así el de algunos de sus miembros como Francia, Alemania y el Reino Unido que lo ejercen, lo que constituye una contradicción en términos.
Esa “anomalía”, la apariencia del ejercicio del poder, existe debido a una causa esencial en el ser de la UE: su inadecuación por asimetría, resultante de las marcadas diferencias entre los estados europeos, algo que puede considerarse natural dada la diversidad de intereses nacionales, culturas, economías, situación geográfica y carácter nacional, circunstancias que impiden, o disminuyen, la capacidad de actuación colectiva necesaria para consolidar el “proyecto europeo” y actuar en el escenario global. Normalmente, para alcanzar soluciones a las discrepancias entre acuerdos, intereses y valores, se habilitan complejos constructos políticos que, al final, llegan a considerarse como realidades, lo que constituye una mera transacción intelectual difícil de materializar. La UE se proclama entidad política, pero las reglas por las que se rigen sus procesos le impiden aplicar la racionalidad geopolítica. La asumida posesión de energía potencial que anunciaron los arquitectos del “proyecto” europeo, si alguna vez existió, se ha debido consumir en otros menesteres. Desde la ideología, Robert Kagan deduce que “la gran falacia de nuestra Era ha sido la creencia que un Orden Internacional Liberal descansa en el triunfo de las ideas y en el desarrollo del progreso humano”.[28]
Las diferencias entre los miembros de la Unión han definido una arquitectura espontánea de naturaleza geopolítica en el propio espacio europeo que materializa los intereses de cada socio impidiendo concretar los de la UE. En la primera década del siglo, tras la ampliación de la UE al Este de Europa, al socaire del “enlargement” de la OTAN, la competición entre los líderes de facto de la Unión, Francia y Alemania, se hizo patente desde sus respectivas áreas territoriales, Sur-Oeste y Norte-Este, con realidades socioeconómicas propias y de influencia desde y hacia sus “vecindarios”.
La UE se enfrenta a otra grieta esencial. Los países procedentes de las Comunidades Europeas y los socios de nueva admisión tienen visiones estructurales diferentes. Los segundos se adhirieron con vistas a superar su anterior dependencia de Moscú pero, salvando las distancias, resultó en un trueque virtual por Bruselas. Con la “ever closer Union”, estos países del Este ven peligrar su existencia como naciones, algo diferente a la meta de los países originarios que era el incremento del poder económico y seguridad, la finalidad original de “Europa”.[29]
Como es obvio, las visiones y actuaciones geopolíticas de Francia y Alemania, fuera del espacio europeo, están confirmadas y motivadas por sus respectivos intereses nacionales. Francia se orienta a colaborar a estabilizar el Oriente Medio y África del Norte mientras Alemania, por su posición central en Europa, le obliga a crear un “buffer” con los países fronterizos con Rusia para protegerse y adoptar un protagonismo geoeconómico. Francia utiliza la UE para contrarrestar en lo posible el poder alemán, a la vez que se mantiene protagonista en la OTAN.
Por otra parte, la tradicional aserción de que los Estados Unidos y Europa poseen una visión común del mundo hace tiempo que dejó de tener plena vigencia. Esta circunstancia empezó a ponerse en clara evidencia tras la Guerra Fría mediante el progresivo “enfriamiento” del Vínculo Trasatlántico, efecto evolutivo natural, pues empezaron a divergir los intereses particulares y las correspondientes políticas de los entonces aliados. La unificación de Alemania y después la desaparición de la Unión Soviética, un “cataclismo geopolítico”, borraron el escenario de la Guerra Fría apareciendo otro con sus propias sinergias, algo que no fue convenientemente apreciado por Occidente.
La Alianza Atlántica sigue en pié pero, actualmente, sus miembros no comparten con entusiasmo un criterio básico sobre riesgos, retos, amenazas y estrategias a seguir.[30] Las guerras de Afganistán, Irak y Siria, marcan hitos relevantes en este proceso de deterioro. Muestra de ello es la atípica relación OTAN y UE, situación forzada de rasgos contradictorios, dado que gran parte de los países europeos pertenecen a ambas. Las crisis en el “vecindario europeo” como las de Ucrania o Siria no son gestionadas desde Europa, aunque sus efectos la afectan de lleno como son los derivados del protagonismo de Turquía en la Guerra de Siria. La pregunta de futuro es: ¿Cuál será el papel de la Alianza en un mundo multipolar?
Desde la crisis económica de 2008, el paraíso liberal europeo se agrietó, entre otros motivos por: los efectos sociales del “crack” financiero, el aumento de la inmigración ilegal y las contraindicaciones del multiculturalismo, todo ello exacerbó la asimetría geopolítica interna de la UE. Los cambios sociales producidos por la erosión del liberalismo han sido profundos a ambos lados del Atlántico y son uno de los motores de la evolución política. La realidad sociopolítica de la Europa actual se comparece poco a la anterior a 2008, dado que la identidad política del grupo ha anulado al individuo, el libre mercado ha evolucionado hacia oligopolios globales y la libertad de expresión se ha sustituido por la corrección política impulsada por los medios de comunicación, la meta de la igualdad social se ha desvanecido en una creciente desigualdad, constituyendo ejemplo de “modernidad liquida”. De manera más semántica, Douglas Murray resume irónicamente la situación: “La Europa de hoy tiene poco deseo de reproducirse, de luchar por si misma o incluso de tomar partido por ella en una pelea”[31].
Los sucesos en Ucrania en 2014, con la anexión rusa de Crimea parece que tuvieron como efecto la parcial concienciación europea de que un profundo cambio geopolítico se estaba produciendo, a la vez que puso de manifiesto la desagregación de los socios europeos. Rusia no reconoció como interlocutor a la UE, es su lugar optó por Alemania y Francia que, junto a Ucrania, forman el “Cuarteto de Normandía”. Quiere decirse que Moscú trató con dos países que se prestaban a ser partes en un problema de seguridad que afectaba a la UE y a la OTAN, pero a las que no representaban. Además, ambos socios tienen diferentes concepciones de su protagonismo internacional ya que Alemania enfocó las negociaciones desde una postura normativa, mientras Francia las trataba desde la realidad geopolítica.
En 2014, la crisis en el Este de Europa fue, desde el punto de vista de la Seguridad, afrontada prácticamente por la cobertura OTAN. Los Estados Unidos trasladaron fuerzas desde el otro lado del Atlántico que desplegaron en Polonia, Países Bálticos y Mar Negro. Los países europeos tardaron en reaccionar, poniendo en evidencia el bajo alistamiento de sus Fuerzas Armadas y el déficit de cultura estratégica europea, como reconoció el Presidente Macron en su discurso en la Sorbona el 6 de septiembre de 2017.
En estas condiciones se había emitido la Estrategia Global de la Unión Europea (EUGS), junio 2016, que más que una Estrategia es un hipotético proyecto de reforma de la UE. El actor de la EUGS es irreal, situación desde donde no es difícil teorizar. Se preconiza volver al Orden Liberal, al multilateralismo y al análisis del contexto mundial desde un “pragmatismo basado en principios”. Da muestras de cierta resignación, la de asumir la nueva situación mundial a la vez que se establece lo contrario: “Nos guiaremos por principios claros, derivados tanto de una evaluación realista del entorno estratégico como de una aspiración idealista a promover un mundo mejor”, la contradicción va contra el diseño de cualquier estrategia.
Durante la Posguerra Fría, bajo la protección hegemónica de Estados Unidos, la UE fue el heraldo mundial del liberalismo, libre de contaminación geopolítica. Ya en 2003 prevenía Robert Kagan: “Europa se ha alejado del poder … hacia un mundo de leyes y normas, de negociaciones internacionales y cooperación Se adentra en un paraíso poshistórico de paz y relativa prosperidad”.[32] La referencia de la EUGS a un análisis de la situación desde un “pragmatismo con principios” se interpretó como una manera de anunciar un tendencial sesgo geopolítico de la Unión, al menos en la narrativa, refrendado por el anuncio de la disposición a obtener “autonomía estratégica” sin delimitar su alcance. Pragmatismo, autonomía, principios y estrategia dan para muchas combinaciones, algunas indescifrables pero lo que no concretan son las medidas para colaborar en la “estabilidad estratégica multilateral”.
El tono de las nuevas narrativas parece indicar un débil signo de apertura de la reticente admisión por Bruselas de que el Mundo podría no ser conformado por los “eurovalores”. Del tono de los documentos de la UE se detecta que ha modulado la pretensión de presentar su motivación desde una entidad que sólo practica el bien y que su actividad ya no estará sólo conformada por valores sino también por intereses. La UE tendría que centrarse en entender los tectónicos cambios estratégicos en Eurasia, admitir su influencia y habilitar políticas para ser parte del juego. El dilema es si esa actividad va a ser comunitaria o de un conjunto de bilateralidades de estado a estado.
Desconcierto
En 2017, un informe de Chatham House sobre la situación sociopolítica de la UE con los resultados de un trabajo de campo realizado entre la denominada “elite”[33] y el “publico”, aportaba importantes resultados[34] como que en la población se han constituidas tres relaciones. La primera entre “élites” y “público”, la primera optimista y satisfecha y los segundos descontentos con la inmigración y el deseo de reforzar los estados. La segunda representa la división del “público” entre autoritarios y liberales. La tercera es interna de la “élite” y versa sobre como configurar y dirigir la UE, la primera es integracionista, promueve la federación, la segunda escéptica, creyendo que ya se han sobrepasado las competencias cedidas por los estados.
El informe recoge que la política de la UE ha pasado de un periodo lineal de falta de sintonía entre la “élite” integracionista y un “público” apático, a otro más complejo, lo que aumenta la dificultad en la política interna. Además, el informe identifica hasta seis factores que afectan a la existencia de la UE: el Brexit, las consecuencias de la crisis de la Eurozona. el euroescepticismo, la inmigración ilegal, el abierto antiliberalismo de socios de Europa Central y Oriental, la crisis de legitimidad a los que habría que añadirles la recesión económica de Alemania a la que habría que añadir los socios “neutrales”.
La evolución de las relaciones de Estados Unidos con Europa son el elemento clave que ha ido modulando la configuración geopolítica de Occidente. Antes de que la administración Trump hubiese comenzado su mandato, la canciller Merkel había anunciado que la suerte de Europa dependería de los europeos, clara evidencia de que la confianza en el compromiso americano en defensa de Europa estaba en crisis por las dos partes. El intento europeo de asumir la responsabilidad de su propia seguridad y defensa tiene también sus raíces en la necesidad de alcanzar un acuerdo de envergadura entre sus miembros para que fuese visible en una época de declive de la UE. Aunque la OTAN ha sido, y es, la encargada de la “Defensa de Europa”, la decisión europea de alcanzar suficiencia defensiva se toma atendiendo a la percepción de que los Estados Unidos también desean transferir a los europeos la responsabilidad de su propia seguridad, algo que no es nuevo. A lo que hay que añadir que el Brexit supone tanto un factor de pérdida de cohesión de la UE como una disminución traumática de su capacidad militar. Lo que empeora las perspectivas de la “Defensa Europea” que, ya de por sí, representa un reto difícil, complejo y duradero.
Los países europeos, desde una postura casi contemplativa, han ido modificando progresivamente su actitud hacia Estados Unidos criticando los sucesivos cambios de la política de Washington de acuerdo con las circunstancias del contexto internacional: unilateral y agresiva con George W. Bush y de repliegue con Barack Obama, eran difícilmente asumidas por la UE. Con la administración Trump la situación ha empeorado, al asumir la Competición Estratégica y añadir uno de sus elementos: el proteccionismo comercial, pero manteniendo la relación menguante con la OTAN que, de forma gráfica, puede describirse mediante el conocido dicho: “los estadounidenses cocinan (combaten) mientras que los europeos lavan los platos (misiones de estabilización)”[35]. Esta situación, mantenida durante años, abre una brecha en la Alianza difícil de anular.
Tras la emisión de la EUGS y en un clima de cuasi confrontación diplomática con los Estados Unidos, Francia y Alemania proponen la activación de la Colaboración Estructurada Permanente (PESCO), recogida en el Tratado de Lisboa (TEU) de 2010, como parte de la Política Común de Seguridad y Defensa (PCSD), y que regulaba el empleo de determinadas operaciones militares por la UE. La Comisión emite el Plan de Acción de Defensa Europea (EDAP) que contempla el fondo Europeo de Defensa, precedente inédito en la UE. La PESCO, tal como se acordó en 2017, se emite preferentemente para modernizar, potenciar y proteger la industria de Defensa europea y se amplía, siguiendo la opción alemana al mayor número de países lo que dificulta la hipotética conversión de la UE en una Potencia Militar.
Las diferencias estratégicas entre Francia y Alemania volvieron a ponerse en evidencia con ocasión de un discurso del Presidente Macron en la Universidad de la Sorbona el 26 de septiembre de 2017, proponía la creación de lo que hoy se denomina Iniciativa Europea de Intervención (EI2) o Iniciativa Europea de Cooperación Estratégica: “Lo que más falta hoy en Europa, esta Europa de la Defensa, es una cultura estratégica común. Nuestra incapacidad para actuar juntos debilita de manera convincente nuestra credibilidad como europeos. No tenemos las mismas culturas, parlamentarios, historia, política o las mismas sensibilidades. Y no cambiaremos eso en un día. Pero ahora propongo tratar de construir esta cultura juntos, proponiendo una iniciativa de intervención europea dirigida a desarrollar esta cultura estratégica compartida”[36]. Hay que señalar que una cultura estratégica no se fabrica. La motivación de Macron residía en la necesidad francesa de aliados para el Sahel, el desacuerdo con la PESCO dada su gran inclusividad en socios con poca capacidad de respuesta y la falta de confianza en la PSDC. Tras ello está el Brexit y la necesidad de Paris de preservar el Tratado bilateral de Lancaster House (2010) con el Reino Unido. Se debe significar que la Iniciativa de Intervención Europea (EI2) no forma parte de la PESCO y es externa a la UE.
Aún en estas circunstancias, la evidencia de la necesidad de supervivencia del Vínculo Trasatlántico la reconocía en 2018, Heiko Maas, Ministro de Exteriores alemán al declarar que el enfriamiento del vínculo Trasatlántico no era debido sólo a la política de Trump, ya que los Estados Unidos y Europa se habían ido separando durante años debido a que la coincidencia de valores e intereses ha ido divergiendo en un contexto internacional complejo y fluido. Haas opinaba que, si aún fuese posible, debería recuperarse la colaboración, adaptándola convenientemente, para afrontar el presente y futuro escenario internacional.
La reacción europea, una vez más, provino del eje franco-alemán o de cada uno por separado así, en junio de 2018, Francia presento la Iniciativa Europea de Intervención (EI2) o de Compromiso Estratégico, que se concibe como instrumento para gestionar crisis cerca de las fronteras europeas, fuera de la OTAN y de la UE, a la que se han adherido: España, Reino Unido, Alemania, Países Bajos, Bélgica, Dinamarca, Estonia y Portugal. Por otro lado, en septiembre de 2019 en la Asamblea General de la ONU bajo la denominación “Alianza por el Multilateralismo”.[37] El ministro Maas, en un año había cambiado de opinión.
La Alianza, Promovida por Alemania tiene como socios a Francia y a otros como, Japón, Canadá, Chile, Ghana … Se identifican como amenazas al “power politics” y a la falta de voluntad de no emplear la Cooperación para la solución de los problemas. La finalidad de la “fluida”[38] “Alianza por el Multilateralismo” es “establecer “networks”, redes inteligentes de estados comprometidos con objeto de alcanzar la máxima eficacia mediante geometría variable y membrecía”. En la zona del Pacifico Occidental se produce un movimiento parecido impulsado por Singapur con Japón, Corea del Sur, Filipinas, Malasia, etc.[39]
La “Alianza por el Multilateralismo” no constituye, por ahora, una pieza de la UE, más parece una reivindicación de Potencias de segundo nivel (Potencias Medias) en búsqueda de un lugar en el nuevo escenario, mostrando su resistencia a renunciar a la atmósfera del Orden Liberal que les proporcionaba status confortable, para lo que se arropan con un creciente antiamericanismo. La buena intención de los proponentes europeos puede abrir más brechas de confianza en la OTAN pues tanto Francia como Alemania, han mostrado su interés en un acercamiento a Rusia[40], disfrazándolo de tarea colectiva: “acercar Rusia a Europa”. ¿Acabará Europa, o parte de ella, integrándose en la Iniciativa de la Gran Eurasia?
Europa, más concretamente Francia y/o Alemania con el tibio apoyo del resto de los socios han promovido desde el año 2016 las siguientes iniciativas: la PESCO, la EDAP, el EDF, la EI2, la “Alianza por el Multilateralismo”, cortejan a Rusia desde la distancia y amagan con crear un Ejército Europeo, situación que recuerda la nonnata Comunidad Europea de Defensa. Es difícil identificar la coherencia y finalidad estratégica de estos movimientos, a no ser que constituyan los estertores de una situación límite. Hasta ahora la “Alianza” es sólo un ejercicio discursivo de corte liberal, un síntoma de antiamericanismo que pone en cuestión no la “Defensa Europea” sino la Defensa de Europa. Todo ello en un momento en que el “vecindario” está cuajado de crisis, como la siria, que se desarrollan con una Europa pasiva.
El debate en las capitales europeas sobre la Seguridad en Europa carece de realismo, en una circunstancia en que desde Europa no hay posibilidades de proyección de capacidad militar. En una época de Competición interestatal es la ocasión de centrarse en lo fundamental, el “proyecto europeo” para seguir vivo necesita Seguridad, por lo que habría de contar con OTAN.
El 10 de septiembre de 2010, la Presidente de la Comisión Ursula Von der Leyen presentó su nuevo equipo al que definió como una Comisión Geopolítica y guardián del multilateralismo, advirtió que la UE actuaba al unísono o sería inútil[41]. Añadió que la UE tiene perfecta conciencia de la situación global. Identificó lo que denominó el “European Way”, una nueva forma de actuación que, entre otras medidas, contempla la reconstitución de la colaboración con Estados Unidos, propugnando otras con “una China más asertiva” y ser un vecino fiable de África. También reconoció la inadecuación de la UE en digitalización y la “soberanía tecnológica”. El nuevo Alto Comisionado para la Política Exterior, J. Borrell, apoya la necesidad de hablar con una sola voz en el ámbito internacional y tener un instrumento militar “capaz de actuar” o la UE caería en la irrelevancia eclipsada por Washington y Beijing[42].
Von der Leyen alude a la construcción de la colaboración con Estados Unidos, de lo que hay que inferir que esas relaciones están deconstruidas y es probable que se hayan puesto de manifiesto dos contemplaciones diferentes de las relaciones entre Estados Unidos y aliados europeos; una visión europea burocrática y legalista, así como desde diferentes puntos de vista nacionales y otra americana de mayor naturaleza geopolítica. Hay que esperar que la influencia china no socave la cultura occidental.
El Gobierno de la UE es perfectamente consciente de la situación internacional dominada por la Competición Estratégica, así como su actual inadecuación para gestionarla, con el consiguiente riesgo de caer en la irrelevancia y posterior evanescencia dado que el “proyecto” pertenece a la atmósfera de la Guerra Fría. La UE camina hacia un futuro incierto porque su supervivencia depende de una configuración que implicaría el desvanecimiento de los estados que la componen. Cuestión de soberanías.
España, cuestion de identidad
Para navegar por la Era de Competición Estratégica Global conviene referirse a Albert Sorel con su afirmación de que en política existe “la eterna disputa entre aquellos que imaginan que el Mundo está hecho a medida de su política y aquellos que diseñan su política para adaptarse a las realidades mundiales”.[43] Parece como si se hubiese salido de una época donde se practicaba lo que debe ser y entrado en otra de “adaptación” a lo que es. La antítesis entre utopía y realidad se desequilibra a favor de esta tras el periodo de la Posguerra Fría.
Iberia y España: la paradoja
De un somero estudio histórico se puede deducir la relevancia de la entidad geográfica de la Península euroasiática Iberia, centro del correspondiente “espacio geopolítico” Ibérico. Asentado en dos continentes al venir delimitado por la cordillera del Atlas, los Pirineos y los mares adyacentes, incluido un “choke point” de importancia global: el Estrecho de Gibraltar. La “agencia política” está formada por dos actores estatales: Portugal y España, más la colonia británica de Gibraltar; además, esos dos estados tienen territorios extra-peninsulares.
El contexto creado por la Globalización fuerza a contemplar la esfera de actuación geopolítica de un actor estratégico más allá de sus espacios adyacentes hacia aquellos otros desde donde emane influencia: los centros de poder global. Quiere decirse que hay que considerar tanto la geografía como la aplicación territorial de la estrategia en un contexto global.
Dado el carácter marítimo de Iberia, su valor geopolítico natural debe materializarse mediante la proyección estratégica y económica hacia el Mediterráneo y el Atlántico, a lo que habría que añadir orientaciones hacia los nuevos centros de poder de creciente importancia económica y de seguridad para Iberia que se concretan en el Océano Indico, por la influencia china, o el Ártico por recursos. A sensu contrario habrá que “protegerse” de las ambiciones de influencia externa sobre Iberia. Para ello es necesario una sólida vinculación con socios y aliados que puedan colaborar con España (y Portugal) al fomento de su personalidad marítima y su influencia sobre los espacios marítimos citados anteriormente, a saber: el Reino Unido, Francia, Estados Unidos, Holanda, Noruega, Italia, Brasil, Nigeria, Turquía, India y Australia. El análisis geopolítico de Iberia tiene que contemplarse desde una paradoja, Portugal goza de cultura estratégica, España no. Algo que establece el divorcio español entre geografía y política.
Durante la Guerra Fría se habilitó a Iberia como zona de retaguardia del “frente europeo”, con Portugal y Gibraltar en la OTAN y España unida a Estados Unidos mediante los acuerdos bilaterales de Defensa. Acabada la bipolaridad, el territorio se transformó en vanguardia meridional de Europa, al ser frontera y paso entre África y Europa. La nueva situación geopolítica de Iberia, y del Sur de Europa, se visualizó en 2011 durante la “Primavera árabe”. La reacción desde Europa se concretó en una fallida intervención militar en Libia, con el efecto de la creación de un foco permanente de inestabilidad en el Norte de África y en el Sahel, siendo uno de los puntos de irradiación Iberia y sus accesos.
A España, durante gran parte de la Guerra Fría, se le vetó su ingreso en la Alianza Atlántica y en las Comunidades Europeas de entonces, pero, como se ha indicado, aportó a los aliados territorio para su estructura logística de retaguardia. Esta aportación era pasiva pues España no explotaba la ventaja estratégica de Iberia, mientras Portugal acogía un Mando territorial aliado, el antiguo IBERLANT de Oeiras, posteriormente SOUTHLANT, ya con aportación española, y actualmente JOINT FORCES COMMAND, muestra de la continuidad de la importancia de Iberia en la visión estratégica OTAN. Tras la implantación de la democracia en España, se produce la integración en la OTAN (1982) y en las Comunidades Europeas (1986), con lo que el país pasaba a formar, formalmente, parte de Occidente.[44]
El relativo aislacionismo político del régimen del General Franco tuvo sus consecuencias negativas en política internacional, pero no impidió un sustantivo desarrollo industrial en los años 60 y 70 del siglo pasado, hecho que socialmente fue definitivo para posibilitar la Transición a la democracia. No obstante, el bagaje político con el que España se presentaba en las instituciones occidentales era escaso, dada su inexperiencia en la aplicación del poder en el ámbito internacional. La Constitución de 1978 estableció un Estado social y democrático de Derecho, pero la puesta en marcha de la democracia española no estuvo, ni está, exenta de dificultades: terrorismo separatista, diseño abierto y disfuncional del Estado, además de una práctica mejorable experiencia en usos democráticos. Estas circunstancias, al alimentar la introversión nacional, se han convertido en crónica debilidad interna, lo que se traduce en vulnerabilidad geopolítica.
La adopción de la democracia no subsanó la magnitud del déficit de cultura estratégica con que afrontaba España su, formalmente, plena inclusión en Occidente, que pusieron de manifiesto conductas, por acción u omisión, de efectos contraproducentes. La carencia de experiencia internacional, junto con la visión ideológica de la izquierda política y una notoria apatía liberal – conservadora, materializan un déficit de capacidad objetiva de análisis del contexto geopolítico internacional con referencia a los intereses nacionales españoles o, lo que es lo mismo, se carece de visión del protagonismo de España en el mundo.
Consecuencia de lo anterior fueron, y son, los bandazos en Política Exterior con actos aparatosos que han supuesto, y suponen, un perjuicio para el prestigio internacional de España, como fue el referéndum OTAN en 1986. Como consecuencia de ello, el 1 de enero de 1999, diez y siete años tras su ingreso, España se integraría en la Estructura Militar de la OTAN el mismo año que lo hacían Polonia, Hungría y la República Checa, antiguos miembros del Pacto de Varsovia. Claro déficit de visión estratégica puede denominarse la figura, un factor este que conformó la Política Exterior española, donde se instaló la escenificación de gestos en apoyo del oportunismo político interno, de sesgo ideológico, como impulsor de la actividad. No entra en la normalidad que, por sistema, un país democrático cuando cambie de Gobierno, se alteren sustancialmente los fundamentos de su Política Exterior.
La incorporación a las Comunidades Europeas, el 1 de enero de 1986, fue mucho menos traumática que el ingreso en la OTAN. Todo fueron parabienes y adhesiones, el apoyo social muy amplio. El periodo de la membrecía de España en las Comunidades Europeas fue muy provechoso en el plano material al beneficiarse de ayudas económicas como consumidor neto, y por la protección e impulso que significaba para el desarrollo del Estado democrático español, pero no todo fueron ventajas. El confort supuso una relajación en la identificación, y subsiguiente preservación, de los intereses nacionales, pues se identificaban con los comunitarios y estos eran muy deficitarios en naturaleza geopolítica. Cuando se instauró la UE, el apoyo material a Madrid decreció debido al nuevo contexto territorial con la reunificación de Alemania y la Ampliación al Este. España es hoy un contribuyente neto.[45]
Siempre se ha anunciado como un eje esencial de la Acción Exterior de España la “hermandad” con Hispanoamérica, pero si se valoran los resultados tras un largo periodo, pueden considerarse aceptables en el plano económico y cultural, pero en el ámbito político la influencia española ha resultado escasa.
España y Europa hacia sus destinos
España se fue integrando plena y discretamente en la UE. Los sucesivos gobiernos y la población, en su gran mayoría, abrazó el europeísmo con una actitud de pupilo respecto a su tutor: un tutelaje. Con una tenue influencia en la Unión, se adopta como norma una conducta mecanicista de adhesión a las decisiones del polo franco-alemán, sin aportar actuación estratégica propia. Este hecho tiene sus consecuencias en la percepción exterior de España ya que existe una sólida tendencia a considerar a la sociedad española como “pacifista, antimilitarista, y antiamericana (políticamente, no culturalmente), así como opuesta a la energía nuclear y generalmente “verde” en sus actitudes”[46], diagnóstico que puede considerarse como la imagen de una actitud utópica en un país geopolíticamente vulnerable.
La dependencia de España de la UE, consecuencia de su identificación con ella, ha sido y es notoria, a veces Bruselas ha actuado como remedio a disfuncionalidades internas. Esa confianza ha colaborado a impedir la concienciación de circunstancias esenciales tales como que, desde que terminó la Guerra Fría, era notoriamente evidente que los tres pilares sobre los que Europa había sustentado su proyecto se iban debilitando:
- Un Orden Internacional multilateral basado en normas, que sitúa los problemas fuera de la competición geopolítica.
- Una estructura de Comercio mundial ventajosa para todos, concebida para que el Estado pueda proteger al consumidor.
- Una alianza militar sustentada en una misma visión del mundo y basada en el poder de los Estados Unidos.[47]
Tras treinta y cinco años de integración española en “Europa”, se puede comprobar cómo España ha ligado ciegamente su presente y futuro al de la UE, aunque posee solo una tenue capacidad de influencia en ella al no ejercer poder, lo que le impide conformar esos presente y futuro, a la vez que la inhibe de prepararse para un eventual colapso o reestructuración, a la baja, del “proyecto europeo”.
El comportamiento exterior de España durante la Posguerra Fría puede considerarse como de apatía monótona, excepto contadas ocasiones como en 2002-3 al tomar partido a favor de Estados Unidos en relación a la Guerra de Irak y en contra de la postura franco-alemana opuesta a la política de Washington o el impulso a la Comunidad Iberoamericana de Naciones. Ese protagonismo fue efímero, la brusca retirada de las tropas españolas de Irak, otro gran bandazo en Política Exterior fue el prólogo de un nuevo periodo de monotonía e indefinición de la personalidad internacional de España, rasgo que continúa en la actualidad. Hay que poner de manifiesto que la opinión pública con su indiferencia parece apoyar esta abulia exterior, solo se moviliza cuando se altera el status de bajo perfil.
El multilateralismo, con su marco legal y de “valores”, ha habilitado una atmósfera confortable para España, lo que le ha permitido, como norma, soslayar el ejercicio del poder. Los instrumentos diplomático, económico, tecnológico y militar se han usado, pero no se han empleado estratégicamente como elementos de poder. España tras su incorporación a la UE se ha mostrado confortable en ausencia de geopolítica, asimilando así la naturaleza del “proyecto”. Pero lo que era posible para un ente multinacional, la ausencia de geopolítica en la acción de la UE, es letal para un Estado, pues su esencia va unida al ejercicio del poder: la soberanía.
El modus operandi de España, con relación a la gestión del poder, puede resumirse en el empleo de sus factores. La gestión diplomática, ejecutada por un Cuerpo Diplomático capaz pero insuficiente, no ha sido empleada en apoyo de una determina política sino en los altibajos de la carencia de ella, cuya clara consecuencia es el tibio papel internacional español y su ausencia de influencia en los grandes asuntos mundiales ya que se adhiere sistemáticamente a la política, o falta de ella, de la UE.
Otro factor estratégico, las Fuerzas Armadas, empezaron a salir de su ostracismo y comenzaron a participar en Misiones de Paz de la ONU en 1989 y, posteriormente, se integraron en Operaciones de la OTAN y de la UE. La participación española ha sido modesta en su entidad, exitosa en su actuación y rutinaria en su motivación. La falta de estrategia propia, necesaria para la decisión política que promueve el diseño y la activación de operaciones militares, provoca que la autonomía decisoria nacional quede reducida a determinar la entidad y modalidad de la participación militar con los aliados. La falta de objetivo político en el empleo de las Fuerzas Armadas determina la debilidad del compromiso, lo que propicia situaciones como la aludida brusca retirada del contingente español de Irak en 2004, la repentina negativa a proporcionar el Cuartel General Terrestre de Alta Disponibilidad para la Fuerza Internacional de Apoyo para la Seguridad (ISAF) en Afganistán en 2006 y otros casos menos notorios. Irak supuso un golpe al prestigio de las Fuerzas Armadas y abrió una ventana de desconfianza en el protagonismo exterior de España.
Las Fuerzas Armadas españolas, como instrumento de poder nacional, no han sido consideradas como elemento esencial en ninguna política de la España democrática, prueba material de ello es el crónico bajo porcentaje de PIB destinado a sus presupuestos. Los análisis políticos oficiales, cuando los hay, están formados por tópicos y generalidades, pasando por alto las amenazas estratégicas a los intereses nacionales, incluso las que afectan al territorio nacional, dando la apariencia de que se confía plenamente en la tutela de las instituciones internacionales. Un punto de vista desde el exterior es interesante al apuntar que: “la imagen de las Fuerzas Armadas Españolas ha mejorado durante los últimos 20 años gracias a las Operaciones de Paz y la creación de una imagen de “ONG armada” [48].
La actividad empresarial es el componente estratégico español más real y dinámico, desarrollando su actividad en varias regiones del globo. Desde el punto de vista geopolítico la industria es un factor esencial para el protagonismo internacional, lo que implica disponer de la suficiente capacidad intelectual para concebir negocios e implementar los necesarios planes de desarrollo tecnológico, así como la habilitación de los necesarios recursos económicos, tecnológicos y financieros para desarrollar y mantener una sólida estructura industrial. En el caso de España es esencial exportar e invertir en el exterior, con una estrategia oficial realista dentro de la Acción Exterior y apoyada por la diplomacia, algo de lo que se carece.
La publicación y virtual vigencia de una Estrategia de Seguridad Nacional no pasa de ser gesto. Referida a una imagen estereotipada del contexto político internacional, no concreta fines, medios y modos de acción propios, a lo que hay que añadir la ausencia de sentido de peligro en la población, como una de las consecuencias de la falta de cultura estratégica, además de la introversión nacional promovida por las disfunciones de la organización territorial del Estado y la consuetudinaria “pereza estratégica” configuran, en gran medida, la falta de protagonismo español en el Mundo.
La dureza de la crisis económica del 2008 sirvió para que España se encontrarse en la tesitura de comprobar cómo se esfumaba su soberanía económica, quedando a merced de las decisiones financieras de Bruselas y de Berlín, aunque se aplique el evanescente concepto de soberanía compartida[49]. La evidencia mostró que, con sus ventajas e inconvenientes, el euro supone para España una cierta ventaja financiera a la vez que una pérdida de soberanía o lo que es lo mismo, la tutela europea. La crisis social resultante tuvo importantes consecuencias económicas y también políticas como el denominado “fin del bipartidismo” lo que produjo una estructural inestabilidad política.
Las consecuencias de la crisis de Ucrania de 2014, degradando el contexto geopolítico y sacudiendo Europa afectando a España en la medida que se debilitaba la UE al no ser considerada por las partes del conflicto, pero la acción política de Madrid estaba, una vez más, dominada por la introversión y centrada, en esta ocasión en asuntos domésticos como los altos niveles de paro, precariedad económica y deterioro de los servicios públicos. Una consecuencia, como en crisis internacionales anteriores, la introversión se reforzó y por la inhibición se perdieron las pocas referencias geopolíticas que se consideraban válidas.
España en la Era de Competición Estratégica de Grandes Potencias
En las páginas anteriores se ha procurado analizar la Competición Estratégica, o de Grandes Potencias, tanto como fase de transición entre un Orden Mundial que se desvanece y otro que está por venir, como de un modo de relaciones de poder. Es obvio que esta incierta situación afecta de lleno al presente y futuro de España y, por ello se debería comenzar el análisis de futuro por seguir la pauta de John Naisbitt: “El modo más fiable de prever el futuro es tratar de entender el presente”[50].
El reto esencial que de esta coyuntura surge para España, se deriva del extenso, rápido y complejo cambio geopolítico global y regional. Para gestionarlo se deben diseñar y asumir nuevos paradigmas adecuados a la nueva situación teniendo en cuenta que en el mundo presente es inevitable la interdependencia de intereses, la conjunción de sociedades y la interacción de estrategias, al mismo tiempo que se va desvaneciendo el control de los gobiernos sobre sus sociedades y el de las Grandes Potencias sobre las de menor nivel. Hay que tener presente que la multipolaridad tiende al ejercicio primario del poder como forma de relación, a diferencia de lo proclamado por el multilateralismo que permite el “disimulo” del conflicto, amparado en las instituciones mediante un proceso intelectual. El diagnóstico y la actitud ante el cambio la proporciona Shoshana Zuboff: “Hay eternos temas de conocimiento, autoridad y poder que nunca pueden ser resueltos para siempre. No hay fin de la Historia, cada generación debe afirmar su voluntad e imaginación, a medida que la aparición de nuevas amenazas requiera la reconsideración de la situación en cada Era”.[51]
La afirmación coloquial de asumir que España es una Potencia Media debe congelarse por fútil y engañosa.[52] Si en Relaciones Internacionales tal categoría supone la consideración de un estado que mantiene un potencial inferior a una Gran Potencia, pero dispone de capacidad de influencia en la configuración de la situación internacional, España no cumple el criterio debido a su debilidad para aplicar poder, aun en el caso de que dispusiese de los potenciales para ello, ya que la introversión política y social la incapacita para comportarse como sujeto estratégico.
Para ejercer influencia internacional es necesario demostrar vitalidad, dinamismo interno, adaptación sin perder identidad y capacidad de innovación. Es imperativo la diversificación de interlocutores internacionales y de los modos de acción basados en el conocimiento de la situación y la anticipación, teniendo siempre como referencia los intereses nacionales. De lo expuesto se infiere que España en este nuevo ambiente no debe seguir flotando en la tormenta, tiene que protagonizar influencia internacional para lo que no le queda otra opción que concebir su futuro sobre la base de la identidad nacional, su posición geográfica y el ejercicio del poder estratégico en sus diversas modalidades, incluido el militar.
España tendrá que identificar, formular y proteger proactivamente los intereses nacionales en un escenario internacional complejo, para lo que necesita articular los elementos del poder nacional, entendiendo que la pertenencia a organizaciones internacionales requiere contribuciones útiles, pero es instrumental para la protección del interés nacional. Tendrá que maximizarse el relativo peso económico español en el mundo, teniendo en cuenta el escenario de bajo nivel de pugna global ideológica ya que, en general, se admite como marco de relación diferentes versiones del capitalismo. Por lo tanto, una acción prioritaria para España es consolidarse en el nuevo ecosistema económico mundial como competidor, adquiriendo y desarrollando el adecuado nivel tecnológico.
La diplomacia debe de dotarse de vigor para poder apoyar proactivamente su ámbito de Política Exterior derivada de una Estrategia Nacional de base pragmática. Las Fuerzas Armadas deben diseñarse y constituirse de acuerdo con el problema militar especifico de España: la defensa del territorio nacional y sus accesos, con especial atención al Estrecho de Gibraltar. A su vez, la capacidad militar española, además de contribuir decisivamente a la Seguridad Nacional, también debería por su eficacia, ser “objeto de deseo” por alianzas y coaliciones, una de las formas de defender los intereses nacionales en el extranjero. La capacidad estatal de información e inteligencia debe permitir la gestión de escenarios de conflicto, incluyendo la “Zona Gris” que se configura como un escenario de confrontación permanente en el ámbito de las percepciones para modelar voluntades.
La situación de Competición Estratégica de Grandes Potencias requiere el ejercicio del poder del Estado en el ámbito internacional lo que se impulsa mediante la identidad que se manifiesta por la cohesión de la población mediante el sentimiento de un destino común. A la vez, la identidad se modela según el interés del poder, motivo por que la relación entre ambos no es lineal, es compleja.
En este sentido es importante, por su solidez, conocer la tesis del profesor Manuel Castells, sobre la relación Estado e identidad nacional que preconiza que “.. tan pronto como al Estado se le priva de una fortaleza identitaria que le apoye en su difícil maniobra en un mundo globalizado, ese Estado busca su relegitimación convocando a su población, la nación, pero esa nación se ha distanciado de él y cree que ya no lo representa”[53]. La relación entre poder e identidad queda bien establecida, sobre todo en una época de relativo declive del Estado. Aunque al debatir el tema de la identidad de España, respetando el deseo del profesor de mantenerlo en el ámbito del análisis, afirma que no existe ni la unidad cultural ni nacional, lo que remite a un estadio especulativo. La unidad cultural española si se referencia a peculiaridades regionales puede encontrarse en prácticamente toda Europa. En el caso de las nuevas “naciones”, que compartirían territorio con otras, el tema es más complejo y tanto su vigencia como su fortaleza, o debilidad, dependen en gran medida del impacto narrativo, que si se permite su consolidación puede llegar a reconfigurar la situación. También hay que admitir que, en España, la estructura del Estado es prona a dinámicas de disgregación territorial pues permite la habilitación de nuevos rasgos identitarios, en muchos casos artificiales, como banderas, idiomas, historia, etc.
Como imperativos para que España pueda ser actor en la Era de Competición Estratégica, consolidando su identidad, deberían establecerse entre otros:
- Asumir las servidumbres y ventajas de la situación geográfica de Iberia como referencia primaria para orientar su Política Exterior, basada en una sólida Estrategia de Seguridad Nacional deducida de los intereses nacionales. Para ello la colaboración estratégica con Portugal es esencial.
- Asumir que, debido a la evolución geopolítica, el principal dilema estratégico español de futuro se presente en la forma Eurasia vs Atlantismo, en ese caso optar por la primera seria renunciar a su natural condición marítima y convertirse en periferia de la Isla Mundial. El atlantismo debería ser la opción.
- Configurar a España como Potencia Media mediante el refuerzo y la dirección de los factores de competición: economía, tecnología, diplomacia, capacidad militar e información, para lo que sería necesario reconfigurar el ecosistema político nacional. El impulso tecnológico y el vanguardismo industrial son imprescindibles.
- Ejercer protagonismo activo en el destino de la UE dado que afecta a España de forma esencial y la manera de hacerlo es protegerse de todo caudillaje europeo que traten de asumir estados miembros, pues estaría dirigido a potenciar una jerarquía de intereses nacionales, que sesgaría la orientación geopolítica de la UE.
- Implantar planes nacionales de innovación tecnológica que afecten a la educación, investigación, industria, gestión de recursos, sostenibilidad y seguridad. Finalidad tendencial: obtener la “soberanía tecnológica”.
En la Era de Competición Estratégica, la adecuada adaptación de España a los nuevos contextos geopolíticos es empresa muy difícil pero necesaria, algo que requiere conocimiento de la situación, pensamiento estratégico y extroversión, so pena de permanecer en la irrelevancia estratégica actual, situación más que desfavorable en un mundo altamente competitivo. Para ello hay que actuar en dos amplios frentes, por un lado, se tiene que potenciar la esencia nacional, porque las relaciones exteriores se basan en una sólida identidad del actor que sólo obtienen relevancia política mediante el Estado.[54] Es la nación, los españoles, la que debe de dotar de personalidad estratégica al Estado español, para lo que se necesita un sólido proyecto de país, condición sine qua non para ser protagonista estratégico, capaz de actuar en el mundo presente y futuro.
Por otro, esa actuación necesita un actor sólido, el Estado, que tiene que ser viable al aportar: identidad, cohesión y resiliencia. Todo ello queda lejos de la actual configuración de España como entidad política, pero las potencialidades nacionales para la tarea están ahí.
PD. La finalidad de la Estrategia Española debe ser la reversión de una situación que invalide el contenido la cita de Bandys que precede al análisis.
[1] SANDYS. Peter J. “The waning of the West: An inconvenient truism: the political philosophy of a conscientious dissenter”. Archway Publishing. 2019.
[2] MAHBUBANI, Kishore “Has the West Lost it?” Penguin Random House UK. 2018
[3]MILANOVIC, Branco. Capitalism, Alone: The Future of the System That Rules the World Cambridge. London.2019
[4]KISSINGER, H. “World Order. Reflections on the Character of the History and the Course of History”. Alen Lane. Pinguin. 2014. P.9.
[5]http://www.realinstitutoelcano.org/wps/portal/rielcano_en/contenido?WCM_GLOBAL_CONTEXT=/elcano/elcano_es/zonas_es/ari144-2009
[6] BAUMAN, Zygmunt. “Liquid Modernity” London: Wiley, 2013, p. xi
[7] ZUBOFF, Shoshana. “The age of Surveillance Capitalism.” Profile Books Limited. Londres. 2019.
[8] BALWIND, Richard. “The Great Convergence”. The Belknap Press of Harvard University Press 2019.
[9] http://archive.wphna.org/wp-content/uploads/2013/12/04-03_The_National_Interest._Samuel_Huntington_Davos_Man.pdf
[10] https://carnegieendowment.org/2008/03/24/superclass-global-power-elite-and-world-they-are-making-pub-20002
[11]Https://dod.defense.gov/Portals/1/Documents/pubs/2018-National-Defense-Strategy-Summary.pdf
[12]https://nationalinterest.org/print/feature/end-great-power-peace-46282
[13] http://svop.ru/wp-content/uploads/2019/09/REPORT_Eng_1.pdf
[14]https://www.the-american-interest.com/2018/07/02/the-age-of-flux/
[15]La expresión se introdujo en 1991 con la publicación del libro Culture Wars: The Struggle to Define America de James Davison Hunter. Expone una creciente polarización que ha transformado la política y cultura estadounidenses. Argumenta que temas como aborto, uso de armas, relaciones iglesia-estado, uso de drogas, censura, homosexualidad, etc., lleva a una polarización social hasta el punto de dividir la sociedad en dos visiones ideológicas del mundo.
[16] https://www.chathamhouse.org/research/topics/china-belt-and-road-initiative-bri?gclid=Cj0KCQjwt5zsBRD8ARIsAJfI4BhG-WBN3NP60wbutga7Dx3ypfdKZPANkIZp7ByjhCMv-4f5gbG2lhAaAg0xEALw_wcB
[17]https://www.mckinsey.com/~/media/McKinsey/Featured%20Insights/Asia%20Pacific/A%20conversation%20about%20the%20future%20of%20Asia/A-conversation-about-the-future-of-Asia.ashx
[18]https://www.rand.org/pubs/research_reports/RR2726.html
[19]http://www.globaltimes.cn/content/1165714.shtml
[20] WARD. Jonathan D. China Vision of Victory. The Atlas Publishing and Media Company LLC. 2019. Pag 76.
[21] En 2018 el PIB de Rusia fue de 1.402.938 M.€ y el de España 1.202.193M.€
[22] El Gran Juego, también conocido como Bolshaya Igra, fue la intensa rivalidad entre los imperios británico y ruso en Asia Central , comenzando en el siglo XIX y continuando hasta 1907, donde Gran Bretaña trató de influir o controlar gran parte de Asia Central para protegerla «joya de la corona». «de su imperio: la India británica. https://www.thoughtco.com/what-was-the-great-game-195341
[23]https://eng.globalaffairs.ru/pubcol/A-new-world-order-A-view-from-Russia–19782
[24] https://www.youtube.com/watch?v=KEyqtbxXcKY
[25] https://www.diplomatie.gouv.fr/en/french-foreign-policy/united-nations/alliance-for-multilateralism-63158/#targetText=The%20Alliance%20for%20Multilateralism%2C%20launched,only%20be%20solved%20through%20cooperation.
[26] https://www.iiss.org/publications/strategic-survey/strategic-survey-2019-the-annual-assessment-of-geopolitics/ss19-03-prospectives
[27]SCHWAB, Klaus, The Fourth Industrial Revolution, World Economic Forum. 2016
[28]KAGAN, Robert. The return of History and the End of Dreams. Alfred A. Knopf. Nueva York. 2008. Pag 102
[29]https://foreignpolicy.com/2019/10/11/eastern-europe-eu-brussels-soviet-union-moscow/
[30]https://elordenmundial.com/vinculo-trasatlantico-florentino-portero/
[31]MURRAY, Douglas. “The strange death of Europe” Blonsbury Continuum. 2017
[32] KAGAN. Robert. “Of Paradise and Power. Europa and America in the New WorldOrder” BorzoyBooks. 2003.
[33]“Élite”. Personas en posición de influir en política. medios de comunicación, negocios y sociedad civil.
[34] https://www.chathamhouse.org/sites/default/files/publications/research/2017-06-20-future-europe-attitudes-raines-goodwin-cutts-final.pdf
[35]https://www.nytimes.com/2003/03/30/books/some-are-cooks-some-are-dishwashers.html
[36]https://www.elysee.fr/emmanuel-macron/2017/09/26/initiative-pour-l-europe-discours-d-emmanuel-macron-pour-une-europe-souveraine-unie-democratique
[37]https://www.diplomatie.gouv.fr/en/french-foreign-policy/united-nations/alliance-for-multilateralism-63158/#targetText=The%20Alliance%20for%20Multilateralism%2C%20launched,only%20be%20solved%20through%20cooperation.
[38]https://www.the-american-interest.com/2019/10/04/a-new-alliance-to-nowhere/
[39] https://www.realcleardefense.com/articles/2019/04/23/the_line_between_conflict_and_stability_in_great_power_competition_114356.html
[40]https://es.euronews.com/2019/08/19/macron-quiere-que-rusia-vuelva-a-acercarse-a-europa
[41] https://ec.europa.eu/commission/presscorner/detail/en/IP_19_5542
[42] https://www.reuters.com/article/us-eu-commission-borrell/mission-impossible-next-eu-foreign-policy-chief-warns-of-eu-irrelevance-idUSKBN1WM1QW
[43] SOREL. André. “L’Europe et la Révolution Francaise” BiblioBazaar Pag 474
[44] Aunque quedando fuera de la Estructura Militar Integrada (IMS). La negociación de las modalidades de coordinación de España con la IMS fue un ejercicio de frustración, pues su inutilidad era obvia, y el único ejemplo existente, Francia, basaba su pertenencia a la OTAN pero no a la IMS en la posesión del arma nuclear, lo que hacía el ejemplo inútil.
[45] https://www.europapress.es/economia/macroeconomia-00338/noticia-espana-vuelve-ser-contribuyente-neto-ue-saldo-negativo-1176-millones-2019-20190114141110.html
[46] https://www.researchgate.net/publication/283643113_-Spain_Burden-Sharing_and_NATO_Deterrence_Policy
[47] https://www.ecfr.eu/page/-/1_Empowering_EU_member_states_with_strategic_sovereignty.pdf
[48] Ibid 33
[49] https://www.researchgate.net/publication/331928960_El_concepto_de_soberania_compartida
[50] https://www.brainyquote.com/quotes/john_naisbitt_385045
[51] ZUBOFF, Shoshana. The age of surveillance capitalism. Profile Books Limited. Londres. 2019.
[52] https://www.britannica.com/topic/middle-power
[53] https://www.iemed.org/publicacions/quaderns/14/qm14_pdf/15.pdf
[54] https://link.springer.com/chapter/10.1007/978-1-349-27279-2_7EtiquetadoEspaña
Enrique Fojón
Coronel de Infantería de Marina (R). Ha sido jefe de la Unidad de Transformación de las Fuerzas Armadas y asesor del Ministro de Defensa español.