Desde el prisma europeo no hay ninguna ambigüedad en la victoria de Macron en las elecciones presidenciales francesas. El 65% de los votantes ha decidido apoyar una opción reformista y moderada que apuesta por el proyecto europeo desde una perspectiva liberal y consciente de los cambios que el mundo del siglo XXI exige a los países democráticos: impulso económico, modelo social, integración política y visión global e intercultural.
La derrota del ultra nacionalismo ha quedado igualmente plasmada en un resultado que ha otorgado a Marine Le Pen el 35 % de los votos. Una vez sumados en esta segunda vuelta los apoyos del Frente Nacional y los que haya podido recibir de los votantes procedentes de los anti europeístas, instalados en el limbo de Mélenchon, y de los marginales de la llamada Francia periférica que aparentemente se han quedado en casa de forma mayoritaria o han votado nulo, es decir nada.
Con su victoria, inapelable, Macron ha vuelto a demostrar al mundo democrático global y al resto, en proceso de desarrollo, que la idea de una Unión Europea fuerte y centrada por los partidos liberales y social demócratas, tiene futuro y es entendida y respaldada por millones de ciudadanos libres e iguales ante la ley. Por el contrario, las propuestas del populismo de la desintegración económica y política, no suman, no ganan y no significan nada más que un limbo de desunión y empobrecimiento.
Históricamente la opinión pública francesa ha sido muy cartesiana. En la Revolución Francesa los grupos políticos se movían en un eje que comenzaba en el monarquismo parlamentario de Mirabeau, atravesaba los sillones moderados de los girondinos y el republicanismo radical de los jacobinos y los sans culottes parisinos, hasta el rabioso igualitarismo de los enragés del cura Roux y de Babeuf. La influencia de esta diversidad de ideas en el progreso del liberalismo democrático tuvo unas consecuencias determinantes.
La V República por su parte se estructuró políticamente en torno a los gaullistas y la UDF de Giscard d,Estaing en el centro derecha, el Partido Socialista de Mitterrand en la izquierda europeísta y el PCF en los márgenes filo soviéticos del euro comunismo. La orientación comunitaria de los Presidentes y de los principales partidos franceses ha resultado también fundamental para la consolidación de la UE en el último tercio del siglo pasado.
El tiempo del reequilibrio ideológico ha llegado a Francia. De la mano de un líder centrado que ha conseguido el apoyo de la izquierda y la derecha europeísta en las elecciones presidenciales. Y que tiene la misión de ordenar la recuperación económica y el impulso social desde las reformas, la aniquilación de la corrupción y el liderazgo en una Europa fuerte y políticamente equilibrada.
José Mª Peredo es el director de El Observatorio de las Relaciones Internacionales