Las portadas de los periódicos recogerán fragmentos del discurso del Papa en Roma con motivo del domingo de Resurrección. En él, Francisco ha reconocido a la humanidad como una unidad doliente y vulnerable ante la virulencia de la COVID-19 y ha pedido por las víctimas y por los sanitarios y responsables de combatir la pandemia. Ha hecho una llamada a la generosidad y al esfuerzo común. Ha demandado liderazgo y solidaridad a la Unión Europea. Ha pedido por la paz y el fin de los conflictos en espacios y territorios concretos, y debilitados ahora más que nunca. Y ha cuestionado las políticas belicistas y el sentido de los enfrentamientos en una sociedad angustiada por la inclemente enfermedad. Un mensaje pleno de universalidad y esperanza.
Las portadas de los medios de referencia internacionales en las últimas semanas se han centrado en exponer la conmoción provocada por la pandemia de la COVID-19 y valorar sus efectos. Los sanitarios del mundo y otros ‘front liners’ que luchan en primera línea contra la enfermedad también han sido los principales protagonistas. También los líderes de distintos países y potencias afectados de manera inclemente por la expansión del virus. Donald Trump ha encabezado la lista. Estados Unidos es el país con más infectados y con mayor número reconocido de víctimas en este momento. Las dudas generadas en el principio de la crisis y la dubitativa reacción del presidente, y algunas declaraciones desafortunadas en la comunicación con la prensa, le han puesto en una situación difícil, agravada por la exigencia de poner en marcha la economía con rapidez y criterios de seguridad.
La solvencia de los liderazgos en esta situación excepcional está poniéndose a prueba. En el caso de la Administración norteamericana más, si cabe, ya que además de velar por sus ciudadanos atemorizados, tiene que liderar la recuperación económica dentro y fuera de sus fronteras y mantener la estabilidad internacional en materia de seguridad. Unos desafíos ante los que la democracia americana genera mayor confianza que sus rivales iliberales. Pero, aun así, la eficacia en la ejecución de medidas y los resultados tendrán que convencer a la opinión pública, afectada por la pandemia en mitad del curso electoral; pero que retomará con fuerza la crítica en las próximas semanas.
El discurso provocador, que ha caracterizado la relación de Trump con los medios, ahora está cuestionado por la eficacia de su política. Con un fortalecido Joe Biden en su papel de único candidato capaz de desbancarle, con experiencia en la gestión multilateral y un perfil centrista, el futuro del magnate republicano siembra hoy más dudas de las sembraba hace solo unas semanas. La economía, un factor que jugaba a su favor, lo hace ahora en su contra. Y la respuesta solvente y humanitaria ante la crisis del coronavirus está aún por determinar.
El populismo, como tantos otros mensajes extremistas a derecha e izquierda en el panorama político, tendrá ahora que encontrar alguna narrativa fiable en los próximos meses. Porque la demagogia sirvió a algunos líderes que se aprovecharon de la crisis financiera y de las debilidades provocadas por la corrupción o, en el caso de Estados Unidos, por la conflictividad internacional. Pero la crisis actual no es financiera, ni la corrupción es un tema de portada en los medios. Es una crisis específica de cada uno de los países afectados y un desafío global de la humanidad. Los dirigentes políticos serán evaluados con rotundidad. Hoy, domingo de Resurrección, el liderazgo del papa Francisco ha unido a los cristianos en su esperanza. Y con ayuda de la fe, a todas y cada una de las personas que padecen la pandemia.
José Mª Peredo, Catedrático de Comunicación y Política Internacional