Tres años después del terremoto que se cobró la vida de 9.000 personas y dejó más de 22.000 heridos en 2015, además de destruir completamente 135 edificios históricos y dañar otros 750, el pequeño país del Himalaya de 30 millones de habitantes continúa su lucha por la reconstrucción y la preservación de su patrimonio cultural aún en peligro.
Sucedió un sábado, 25 de abril de 2015, un terremoto de 7,9 grados en la escala Richter sacudió Nepal, las estimaciones de muertos y heridos nos llegaron de la mano de la agencia Reuters. Fue tachado como la peor catástrofe natural que ha padecido este país desde 1934, cuando otro seísmo dejó cerca de 8.500 muertos.
Su epicentro, a 150 kilómetros al oeste de Katmandú afectó también a la India, donde más de 30 personas perdieron la vida, y en Tíbet, donde se cobró al menos una docena de víctimas más, según las autoridades chinas.
En el Everest, provocó una avalancha que acabó con el fallecimiento de más de diez montañeros, aunque algunos medios locales suben la cifra a 18.
En el valle de Katmandú, fueron 900.000 familias las afectadas por esta catástrofe, que ha mermado la rica herencia cultural del pueblo nepalí, el valle es uno de los dos lugares considerados Patrimonio Cultural de la Humanidad por la UNESCO. El responsable de la sede de la organización en Nepal, Christian Manhart, ha declarado que “se tardarán 10 años más en la reconstrucción”.
Según datos del Gobierno nepalí, de los 753 templos destruidos o dañados a causa del temblor, solo 83 han sido reconstruidos y otros 56 están en diferentes fases de reconstrucción. La capital, Katmandú, y las ciudades vecinas que conforman el valle del mismo nombre, tiene una de las mayores concentraciones de edificios patrimonio de la humanidad del mundo.
“Creemos que estos monumentos deberían ser incluidos en la lista de Patrimonio de la Humanidad en Riesgo”, añade Manhart. La Lista del Patrimonio Mundial de la UNESCO es un legado de monumentos y sitios de una gran riqueza natural y cultural que pertenece a toda la humanidad. Los lugares inscritos en la Lista de Patrimonio Mundial cumplen una función de hitos en el planeta, de símbolos de la toma de conciencia de los Estados y de los pueblos acerca del sentido de esos lugares y emblemas de su apego a la propiedad colectiva, así como de la transmisión de ese patrimonio a las generaciones futuras.
Sin embargo, el Gobierno cree que la decisión tendría efectos negativos para el turismo, su principal fuente de ingresos. La burocracia y las disputas políticas retrasan la recuperación mientras Gobierno y UNESCO debaten sobre reconstruir los templos hundidos o preservar primero los dañados, y qué técnicas utilizar para conseguirlo.
Tan solo siete semanas después de la catástrofe, cuándo gran parte del país seguía destruido y sus habitantes aún tenían grandes dificultades para acceder a comida y medicamentos, las autoridades reabrieron los monumentos al turismo en un movimiento polémico.
El director general del departamento de Arqueología del ministerio de Turismo, Bhesh Narayan Dahal, hizo las siguientes declaraciones a la agencia de noticias France Press (AFP), “Nepal es un país seguro, no se preocupen, este es nuestro mensaje de hoy”, continuó explicando que “reabrir estos monumentos no es prematuro. Se trata de preparar la próxima temporada turística, entre septiembre y noviembre, el momento más propicio para que vengan los turistas” cuando hayan pasado los monzones de julio y agosto, aseguró este responsable que cree que “si consideran que Nepal es seguro vendrán”, dijo refiriéndose a los turistas.
Nepal depende en gran parte del turismo y, según la consultora Nepal Economic Forum, el 80% de las reservas de hotel fueron anuladas tras el seísmo. Sin embargo, la UNESCO dijo estar preocupada por la reapertura de estas plazas debido al precario estado en el que aún se encontraban. Nepal todavía sufría diariamente réplicas del seísmo y en las tres plazas reabiertas todavía podían encontrarse vigas y escombros. En la de Katmandú, los peatones tenían que pasar por un estrecho camino junto a los monumentos que exhibían carteles advirtiendo del peligro de derrumbes.
“Todavía hay riesgo de hundimiento de los edificios. En el Durbar Square de Katmandú, hay una fachada entera que podría derrumbarse sobre la gente que pasa”, dijo a la AFP Christian Manhart.
A la insistencia en incluir al complejo de Katmandú entre la lista de lugares en peligro, se une la alarma creada por Ambika Devi Luitiel, representante de Nepal en la sede de UNESCO, sobre del impacto que el calentamiento global tiene en el Himalaya. Para mitigar ese daño, se estableció ICIMOD, el Centro Internacional para el Desarrollo Integral de la Montaña. La cadena montañosa más grande del mundo es el principal aliciente del turismo nacional y uno de los dos patrimonios naturales del país. Junto al Parque Nacional de Chitwan y a los dos patrimonios culturales de la UNESCO, conforman el rico legado de Nepal.
El Gobierno actual ha tratado de diversificar su economía, dependiente del turismo y la agricultura, y ha ensayado un acercamiento hacia China, sin dejar atrás sus tradicionales lazos con India. Uno de los proyectos que acaricia para salir de su aislamiento es la posible construcción de una línea de tren que conecte al país con China a través de Tíbet.
Mientras tanto, y desde el primer día de la catástrofe, las ONGs y organizaciones humanitarias han luchado por ofrecer su ayuda ante la catástrofe. Oxfam International, confederación internacional de 20 organizaciones, respondió inmediatamente proporcionando ayuda de emergencia como alimentos y agua potable, e instalando refugios temporales y letrinas.
Durante los primeros días y semanas tras el terremoto, garantizaron que las personas afectadas tuvieran acceso a ayuda humanitaria suficiente, evitando el contagio de enfermedades que se transmiten por el agua, a través de un suministro apto para el consumo e instalando sistemas de saneamiento. Desde el terremoto, trabajan en siete de los catorce distritos más afectados: Gorkha, Nuwakot, Dhading, Sindhupalchowk, Katmandú, Lalitpur y Bhaktapur.
Jaime Mayoral Pérez y Laura Fernández Ruiz