La nueva Ruta de la Seda tiene su origen en la antigua ruta comercial que desarrolló China hace más de dos mil años. La antigua Ruta de la Seda, era una serie de rutas comerciales que se encontraban entre China y Asia Central, y que fueron evolucionando hasta llegar a conectar a China con la mayor parte de Europa, llegando a tener una extensión de 8000 kilómetros.
En un principio, China negociaba con Asia Central el valor y la “exportación” de la seda que se fabricaba en allí. Tenía su inicio en las antiguas capitales chinas, como Luoyang y Xi’an, pasaba por el Río Amarillo de la Lanzhou y continuaba por el Corredor del Gansu, que se encuentra entre la meseta tibetana y el desierto de Gobi, y que es considerado la puerta de entrada a China más importante desde Asia Central y la cuenca del Tarim. Desde ahí se extendía a través del borde de desiertos y montañas.
En su comienzo, esta ruta se basaba en el comercio de seda, pero poco a poco fue expandiéndose hasta el Imperio Otomano, e incorporó a la ruta el comercio de caballos, ganado, pieles, cueros y artículos valiosos como el marfil o el jade. Además, China empezó a recibir productos como pepino, nueces, higos o alfalfa.
Esta ruta terminó por ser el principal conector comercial entre la mayor parte de Europa y Asia, que ya no solo incluía el comercio de seda y de productos básicos sino también de telas, alfombras, armas, metales y esclavos. Además servía a los comerciantes y a otros para viajar entre ambos continentes.
Esta antigua Ruta de la Seda empezó a tener su decadencia en el siglo XV con la caída del Imperio de Constantinopla. Continuó disminuyendo con el desarrollo de una nueva ruta marítima a través del Cabo de Buena Esperanza y terminó por desaparecer en el siglo XVIII, cuando surgieron las fronteras nacionales y se empezó a restringir el tránsito de comerciantes.
Después de más de 600 años, China ha vuelto a “reabrir” esta ruta comercial, proponiendo una nueva visión de la misma. La nueva Ruta de la Seda es un proyecto global de transportes, denominado Un cinturón-una ruta, que proporciona “una visión estratégica presentada como una red de conectividad compuesta por corredores económicos marítimos y terrestres entre China, Oriente Medio, Europa y África.”
No han pasado ni 3 años desde que China propuso el proyecto de la nueva Ruta de la Seda. Además, ha emprendido 1.862 proyectos que abarcan alrededor de 65 países. Entre estos está el proyecto por tren que “ya conecta 28 ciudades chinas con 29 destinos en 11 naciones de Asia Central y Europa Oriental; o el proyecto por avión que ” ya funcionan conexiones aéreas con un total de 43 de los 65 países. Con ellos mantiene un tráfico de 4.200 vuelos semanales y está próxima a abrir nuevas rutas.”
Lo que China busca con esta nueva infraestructura es permitir la conexión entre el sureste del país con África Oriental y el Mediterráneo por vía marítima, así como conectar de forma terrestre China y Europa a través de Asia Central y Oriente Medio. Según algunas fuentes el valor aproximado de coste del proyecto será de 3,67 billones de dólares, aunque el precio es relativo y podría aumentar a medida que se va desarrollando.
Un cinturón-una ruta, no solo cambiará completamente el mapa económico, sino que transformará el comercio, la industria, el pensamiento y la cultura mundial a su paso, lo que será clave para encumbrar a China como una hiperpotencia. Solamente sus rutas marítima y terrestre afectarán aproximadamente al 65% de la población mundial.
Para poner en práctica este proyecto es necesaria una gran inversión en infraestructuras para facilitar sus exportaciones, lo que supone una gran oportunidad de negocio para empresas de construcción, transportes y logística que podrán trabajar tanto en la construcción como en el funcionamiento de estas, lo que proporcionará muchos puestos de trabajo y la posibilidad de invertir a diversos actores. Esto no solo beneficia a las potencias tradicionales sino también a los países más pobres y menos desarrollados, ya que se le facilitarán infraestructuras y un mayor desarrollo tecnológico.
El presidente chino, Xi Jinping, no solo limita el plan a la construcción de infraestructuras sino que también pretende avivar las relaciones comerciales entre los diferentes actores, establecer acuerdos de libre comercio en determinadas áreas, eliminar las barreras arancelarias, mejorar la agilización y armonización de los trámites de aduana y además pretende desarrollar el proyecto de manera ecológica y sostenible. Todo ello proporcionará también una mayor interdependencia entre los diferentes actores implicados y establecerá un cierto orden internacional.
En definitiva, lo que intenta promover el proyecto de la Ruta de la Seda en su modelo de desarrollo es la liberalización, la internacionalización y la diversificación de la economía, impulsando el comercio y las inversiones, y a su vez intercambios culturales y científicos.
Cecilia Arndt
Mariana Corrales
Lidia Lorenzo