La consultoría de comunicación Llorente y Cuenca ha reunido a cuatro expertos en las relaciones con Estados Unidos para analizar la victoria de Trump y valorar las previsiones de futuro. Miguel Ángel Moratinos, Raphael Minder, Cristina Crespo y Paul Isbell han ofrecido un visión personal sobre la incertidumbre del futuro gobierno Estadounidense.
Durante los últimos 16 meses de campaña el mundo ha asistido a un show al más puro estilo americano, donde no han faltado las descalificaciones, polémicas, escándalos y hasta el apoyo de las celebrities a los candidatos. Donald Trump ha basado su campaña en lanzar mensajes simples a grupos de la población concretos tras los que no existe ninguna ideología, sino la mera satisfacción de sus preocupaciones. El lema “make America great again” es un llamamiento a la vuelta atrás y a deshacer algunos avances de la globalización que estaban perjudicando a la clase media trabajadora, como la deslocalización de empresas a México. La campaña del candidato republicano ha buscado devolver la esperanza a este sector de la población en el sueño americano. Sin embargo, tal y como apuntaba el corresponsal del New York Times en España, Raphael Minder, el gasto en la campaña de Trump ha supuesto tan sólo ¼ del de Hillary, lo que demuestra que basta con hacer publicidad sin importar si es buena o mala.
A pesar del eco mediático y contra toda expectativa, la participación ha sido muy baja. Tan sólo votó el 49% de la población, o lo que es igual, 120 millones de americanos. Las cifras han perjudicado claramente a la candidata demócrata, quien finalmente no consiguió el apoyo de sus votantes más tradicionales, como la clase trabajadora y las mujeres. Para hacernos una idea de la pírrica victoria de Trump, el voto popular que el candidato republicano ha recibido en estas elecciones es inferior al que recibieron McCain y Romney cuando se enfrentaron a Obama en 2008 y 2012 respectivamente. Sin embargo, Donald Trump es ya el nuevo presidente de Estados Unidos y, como tal, el líder global más importante en el panorama internacional. El ex ministro de Asuntos Exteriores, Miguel Ángel Moratinos, explicaba que en el preciso momento en que la clase media blanca necesitaba recuperar el sueño americano, apareció Trump. De la misma manera, recuerda que no se trata de un cambio de ideologías entre demócrata y republicana, sino de la aparición de un outsider frente a una insider perteneciente al establishment norteamericano.
Una de las mayores incógnitas acerca del futuro gobierno son las relaciones exteriores que mantendrá Estados Unidos durante los próximos cuatro años. De momento, Rusia parece que será un aliado estratégico, algo que puede ser positivo dadas las recientes tensiones surgidas entre ambos países. Según los expertos, Trump no debería descuidar su relación con China, pues si realmente impusiera aranceles a los productos extranjeros, China cuenta con un importante porcentaje de la deuda norteamericana y numerosas empresas que desarrollan en su territorio la producción de sus productos. En cuanto a las relaciones con España, la Directora de Relaciones Externas del Instituto Franklin, Cristina Crespo, prevé que sean escasas y que los asuntos con menos importancia como la limpieza de radiactividad de Palomares caigan finalmente en el olvido. No obstante, cree que puede haber esperanzas para las empresas constructoras españolas en vista de los ambiciosos planes de infraestructuras que prepara la administración Trump, a no ser que limite la contratación a empresas norteamericanas. La negociación del TTIP, el acuerdo de libre comercio con Europa, habrá que darla por suspendida, si bien es cierto que quedaban pocas esperanzas acerca de su viabilidad.
La victoria de Trump no supondrá únicamente una nueva etapa en la política interior sino que rediseñará el orden sobre el que se ha construido el sistema internacional. Tal y como apuntaba el ex ministro Moratinos, Trump retrocederá del modelo colectivo de organizaciones internacionales hacia el modelo de equilibrio de poder, en el que Estados Unidos buscará sus propios aliados y negociará con ellos de manera directa. La gran preocupación estratégica dejará de ser Oriente Medio para centrarse en China y el Pacífico. Sea como sea, sobre lo que no cabe duda es que estamos presenciando un momento de cambio del orden tradicional y, como tal, es hora de rediseñar las prioridades. Lo creamos o no, Trump es el nuevo líder internacional.