Algunas informaciones han destacado en estos últimos días la sobresaliente gestión de algunas mujeres a la cabeza de los gobiernos de países que han sabido contener la expansión del coronavirus, reducir el número de víctimas y afrontar en condiciones más favorables el horizonte de la recuperación económica. Alemania, Nueva Zelanda, Taiwán y los nórdicos Finlandia y Noruega, entre otros. Aunque sea en este dramático momento, reconocer el éxito de los liderazgos femeninos resulta motivador para las democracias que necesitan del empuje del conjunto de la sociedad libre y diversa sobre la que se asientan. Pero la cuestión de género no parece ser el único denominador común capaz de interpretar estos resultados. La weberiana Angela Merkel, política y científica al mismo tiempo, es el exponente del líder de una gran coalición de gobierno que ha hecho del consenso la bandera de su acierto político y capacidad de influencia entre los alemanes. Su credibilidad viene, además de por el hecho de ser una mujer competente y equilibrada, por el de proyectar un discurso creíble basado en su formación académica y por su capacidad para tender puentes. También por su firmeza económica, denominada neoliberal, aun siendo ella democristiana.
Jacinda Ardern preside en Nueva Zelanda otra coalición de centro izquierda que, en este caso, ha reducido a cuatro las víctimas por coronavirus en su país. Similar es la coalición finlandesa, más abierta pero también con representantes del centro político. Y también una coalición, pero en este caso de centro derecha, es la forma del gobierno que lidera Erna Solberg en Noruega. Es decir, coaliciones que no están definidas por el activismo ideológico, ni que han tenido la intención de deconstruir los sistemas democráticos o alterar el orden constitucional, o defender procesos secesionistas o de otra naturaleza desestabilizadora. La más progresista de estas líderes internacionales es, si acaso, la taiwanesa Tsai Ing-wen, que tomó 124 medidas en enero para hacer frente desde el primer día a la expansión del virus. Su principal ideología es el anticomunismo. Odiada por las autoridades de la China Popular, defiende al mismo tiempo la salud de su población y la independencia de su democracia frente al gigante rival chino comunista.
En Austria, conservadores y verdes; en Holanda, los liberales y el centro derecha; en Suecia, los socialdemócratas apoyados en el gobierno por los verdes y fuera de él por los grupos de centro y liberales, han proporcionado la necesaria estabilidad política para afrontar el reto de una crisis de la magnitud de la actual. Los Parlamentos, en estos casos, y no las movilizaciones callejeras y la polarización han frenado al populismo y a los radicalismos llamados constructivistas de izquierda.
Moderado y liberal, Justin Trudeau, lidera en Canadá la lucha contra la pandemia con medidas similares a las impuestas en el sur de Europa, pero con mucho mayor éxito. Se dirige diariamente a la población a través de las redes sociales y una vez por semana con un vídeo directamente a la población. Un ejemplo semanal de comunicación política creíble, elaborada y comprometida con su nación y los valores comunes que unen a los canadienses, diversos como los ciudadanos y ciudadanas de las democracias modernas. El experimentado primer ministro japonés, Shinzo Abe, igualmente liberal, a la cabeza de la lucha contra la COVID-19, también ha vivido momentos de incertidumbre hasta que ha decretado el estado de emergencia sanitaria. Entre sus fortalezas están la puesta en marcha de herramientas tecnológicas para combatir la enfermedad y su capacidad de ganarse el compromiso social. Uno y otro, Canadá y Japón, sin haber superado aún la crisis, se encuentran más cerca de los resultados obtenidos por Alemania y lejos del resto de socios del G7.
A pesar de lo cual, especialistas en propaganda y científicos sociales recurrentes como Noam Chomsky, insisten en señalar al neoliberalismo como el imaginario responsable de la crisis, cuando el liberalismo clásico parece ser el encargado de centrar los gobiernos y las ideas, tanto para combatir la pandemia desde el equilibrio, como para diseñar medidas y acciones que recuperen a la economía y fortalezcan a las debilitadas sociedades. Lo neoliberal fue hace algunas décadas, una interpretación económica del liberalismo orientada a la apertura de mercados, la regulación del comercio y el impulso de la actividad económica de los países en vías de desarrollo. Pero para los viejos críticos -comunistas o neo constructivistas-, es un concepto vigente que sirve para meter en el mismo saco a los políticos de derechas, los banqueros, las instituciones económicas internacionales, y recientemente a los causantes del coronavirus. Para deconstruir al liberalismo democrático mantienen un término que en el imaginario colectivista sigue presente. Pero en la realidad política internacional, el liberalismo está donde ha estado desde su origen y posteriormente: lejos de los autoritarismos, en frente del comunismo y al lado de los ciudadanos y ciudadanas libres e iguales ante la ley. En el centro de la democracia moderna.
José Mª Peredo, Catedrático de Comunicación y Política Internacional.