En esta XI Jornada de Periodismo al Límite, la Universidad Europea de Madrid ha contado con la presencia del fotoperiodista de guerra Manu Brabo, ganador del Premio Pulitzer de fotografía en 2013.
“Se me da mejor ver historias que contarlas”, así comenzaba la charla Manu Bravo en la inauguración de las XI Jornadas de Periodismo al Límite para los alumnos de la facultad de C.C Sociales y de la Comunicación. Para el fotógrafo asturiano, la curiosidad, las ganas, el ímpetu y la voluntad son las bases claves para un buen ejercicio de la profesión.
Bravo terminó Bellas Artes y después se especializó en fotografía, su gran pasión. Tras esto, quiso estudiar periodismo pero fue expulsado tras agotar todos los intentos de examen y, llegó a la conclusión de que con el dinero que costaba la matrícula era capaz de irse a territorios en conflicto por un mes entero. Antes de que diera el paso a adentrarse y ser testigo de la cruel realidad de la guerra, estuvo haciendo trabajos de fotografía para distintos eventos. Su primer trabajo fue como fotógrafo de Motociclismo. Pero con la crisis económica, encontró la horma de su zapato: Kosovo.
Con la compañía de su cámara, decidido, de manera inocente, comenzar sus andaduras. Aunque confiesa estar trabajando para el poder, ha remarcado que eso no le aparta de ser crítico con los medios y con la sociedad que ha señalado que “mira a otro lado”. “Él quería cambiar el mundo”, dijo.
Para el Pulitzer más joven de la historia, el periodismo actual está viviendo una crisis de principios, no económica. En la cual el periodista figurante transmite la idea que el poderoso quiere que se difunda. Ha remarcado que el periodismo debe tener como eje el control sobre el poder pero “con la libertad de expresión no voy a enfadarme nunca”.
En la charla los estudiantes le han podido preguntar sobre distintos temas relacionadas con su actividad profesional. Al ser preguntado por su éxito Manu Brabo cree que se debe a su capacidad de captar, asimilar y contar historias, “me relaciono muy bien con la gente y mi secuestro supuso un punto de inflexión. Allí asimilé historias que no tenían nada que ver conmigo”, señaló. Ha reconocido que “es satisfactorio ver tus trabajos en los grandes medios del mundo” pero sin dejar de lado sus labores fotográficas en la guerra que sabe que los medios no se las van a comprar. Historias de las que él ha sido testigo y cree merecen ser sentidas por el público. Pero también es realista, “el precio de mi sueño, podía ser la muerte” señaló.
Porque si algo tiene claro este Premio Pulitzer es que los fotoperiodistas son embellecedores de la guerra. Bravo ha cubierto varios conflictos de diferentes índoles: guerra de Siria, Libia, Palestina, Haití… Ha calificado los conflictos armados de “puta mierda” pero que muchas veces utiliza fotografías sensibles no con la intención de hacer pensar a la sociedad internacional sino para hacer sufrir. Para que de alguna manera el consumidor de esa foto pueda empatizar y sentir lo que se vive. “He ganado premios para que la gente se mate”.
El joven periodista que se adentró en este mundo, ya no es quien era. Al principio quería que sus fotos cambiaran el mundo. Hoy en día le da más importancia a que la sociedad esté mejor informada y tener la obligación moral de tomar un posicionamiento, porque solo así y poco a poco, el mundo podrá dar un cambio.
Markel Trecet