Stanley G. Payne pronunció una conferencia en la Universidad Europea de Madrid. Junto al presidente de la Fundación Transición Española y exministro, Rafael Arias Salgado, participó en el seminario “España en el siglo XXI” para ofrecer su visión sobre la trascendencia de los acontecimientos históricos en el periodo de la restauración de nuestra democracia. Pero no eludió su responsabilidad como ilustre hispanista de referirse al conflicto catalán y al momento actual que vive la política española. A sus logros y miserias.
“España pasa de nuevo por una situación paradójica, está completando una admirable recuperación económica, pero sufre una crisis política que podría derivar en un conflicto constitucional”, señaló el profesor y académico norteamericano, que se refirió también con detalle al fenómeno histórico del catalanismo. “El catalanismo nunca fue independentista en el siglo XIX”. Así de alto lo afirmó. Se entendía como un sentimiento de diferenciación que buscaba mayor reconocimiento y protagonismo en la política española. Un anhelo anterior y posterior a ese momento “que se mueve socialmente entre el sentido común, más habitual, y episodios de apasionamiento radical provocados por circunstancias históricas concretas”. La guerra, la crisis. Y el victimismo.
El victimismo fue uno de los argumentos sobre los que profundizó. Para Payne, el victimismo permite al catalán próspero presentarse ante los demás, catalanes, españoles y europeos, como un oprimido y no como el ciudadano español próspero que es en realidad y comparativamente con el resto de españoles y de muchos europeos. Este sentimiento se ha construido a partir de los años del nacionalismo convergente para negociar desde la queja. Y se ha fortalecido cuando el victimismo de la izquierda populista ha hecho su aparición para intentar mostrar una historia falsificada que rechaza el progreso y es concebida como una sucesión de acontecimientos que, supuestamente, victimizan a las clases desfavorecidas o al pueblo en su conjunto, desde los resortes del poder burgués, de la casta o centralista, según convenga.
Stanley Payne ha escrito una parte de sus 20 libros y 150 artículos especializados sobre la historia de España, aportando una visión muy desfavorable de la izquierda populista. Y en esta conferencia no desaprovechó la ocasión para calificar como un error el intento de reconstruir cualquier “frente popular” y la recreación de la “memoria histórica”. Un concepto que según él es un oxímoron porque “la memoria es individual y subjetiva y la historia es colectiva, porque la construyen los historiadores desde la objetividad”.
En opinión del hispanista, España pasa por un cuarto ciclo histórico en la edad contemporánea. Un ciclo cuyo inicio puede situarse en el año 2004 con la ruptura del consenso político entre los grandes partidos constitucionalistas y la ausencia de una reacción patriótica común tras el atentado de Atocha. En términos históricos el argumento deberán contrastarlo los historiadores. Pero en términos políticos, la crisis de este siglo desde la modesta memoria del observador, debe de asociarse a la corrupción rampante y generalizada, aunque no sistémica, de los partidos políticos y de diversas instituciones del estado en diferentes niveles. En términos judiciales, esta corrupción mezquina se ha producido de manera probada en las comunidades de Madrid, Baleares, Valencia, Andalucía y Cataluña. Y en otras comunidades y otros organismos a lo largo y ancho del país. Y en términos económicos, se ha sumado a esta inaceptable situación, una crisis profunda y una larga recesión que ha afectado de manera implacable a ciudadanos, sectores más débiles de la sociedad y empresas.
Los resultados electorales y las encuestas no hacen otra cosa que confirmar el hastío de los votantes con los partidos tradicionales, empezando por los catalanes y convergentes, huidos hacia el independentismo y la radicalización para no reconocer que figuran como responsables en todos los fenómenos señalados. Y de paso para caer en el extremismo, junto a grupos populistas y anarquistas, a quienes las encuestas y los resultados electorales advierten también sobre el error de conducir a una sociedad moderada y políticamente equilibrada, hacia la victimización y el abismo.
José Mª Peredo, Catedrático de Política Internacional y Comunicación