El pasado martes 26 de febrero, durante la cumbre de Hanoi, no se llegó a ningún acuerdo entre el presidente de los Estados Unidos Donald Trump y el Líder Supremo de la República Popular Democrática de Corea Kim Jong Un. Esto significa que las armas nucleares continuarán en el país asiático.
Trump mostraba su postura ante la cumbre diciendo que “la rapidez no era importante para él, sino que lo que era importante para él era poder llegar al acuerdo correcto”. Sin embargo, ni Estados Unidos iba a ceder retirar las sanciones al país asiático, ni Corea del Norte iba a terminar con su carrera armamentística nuclear.
Una de las consecuencias directas de la resolución de la cumbre es el no desmantelamiento del complejo nuclear de Yongbyon. Abierto en 1986, este complejo con capacidad de 5 megavatios es una fuente de plutonio con capacidad de fabricar incluso de 5 a 7 bombas en 2018. Sin embargo, con la expulsión del Organismo Internacional de Energía Atómica del complejo en 2009, la nuclearización continúa siendo una incógnita en Corea del Norte, ya que se sospecha de la existencia de otros complejos en el distrito de Kangson y otro en paradero desconocido.
Por tanto, a pesar de la exigencia del gobierno estadounidense de mantener las restricciones hasta que se complete la desnuclearización, lo que choca con la idea norcoreana de liberar las sanciones, la destrucción final del complejo no significaría el fin del programa nuclear de Corea del Norte, tal y como pensaba Estados Unidos.
Además, otras consecuencias del resultado de la cumbre que podríamos categorizar de talla menor son la cancelación de un acuerdo para declarar el fin formal de la guerra de Corea, con el problema presente de los restos de soldados caídos en suelo norcoreano; la mayor atención que recibirá el escándalo de Michael Cohen con la actriz porno Stormy Daniels; y la utilización del resultado de la cumbre como propaganda en contra de los gobiernos estadounidense y norcoreano.
Sin embargo, la consecuencia directa de la cumbre es que la relación entre Donald Trump y Kim Jong Un presenta indicios de volver a ser la que tenían ambos líderes a finales de 2017 cuando ambos intercambiaban insultos como el de “pequeño hombre cohete”.
Filip Björne y Carlos Polo