Una mirada vale más que mil justificaciones

Hasta en una de las fotos más famosas de National Geographic se puede sentir el aliento de Estados Unidos en la nuca y es que, una vez más, afganos y pakistaníes son los daños colaterales de la guerra, sino que se lo digan a Sharbat Gula.

Esta mujer afgana fue fotografiada con a penas doce años, por Steve McCurry en un campo de refugiados en Peshawar. Lo llamativo de la foto eran sus expresivos ojos verdes, habidos de juventud e inocencia.

Sin embargo, aunque esta mujer treinta años después no ha cambiado, sí lo ha hecho su mirada. Steve McCurry la volvió a encontrar en 2002 y gracias al sistema de reconocimiento de iris del FBI consiguió comprobar que la mujer que veía de nuevo por su lente era Sharbat.

Ella continuaba en el mismo sitio donde se la inmortalizó por primera vez, Pakistán. No había vuelto a su país y no tenía intención de hacerlo, hasta que hace unos días se le acusó de vagar por el país con documentación ilegal de identidad, tanto a ella como sus hijos.

Es más, debido a su nacionalidad afgana, no tendría derecho a permanecer en el campo de refugiados de Peshawar, puesto que aún está en trámite su solitud de asilo en el país, a pesar de llevar ya treinta años residiendo en él. Según la FIA, la Agencia de Investigación Federal, Sharbat consiguió estos papeles a través del soborno, algo que de ser cierto podría llevarla incluso a una pena mayor que la que se le impone ahora mismo. A día de hoy se encuentra a disposición judicial en busca de una sentencia favorable, ya que en caso contrario, podría ser condenada a siete años en una prisión para mujeres.

A esta mujer de 46 años y madre de tres hijos, se la ve una vez más como una delincuente, ni mucho menos se han parado a pensar en ella como una víctima más de la soberanía y hegemonía estadounidense. No podemos olvidarnos que la guerra en Afganistán comenzó hace ya más de una década como consecuencia del ataque a las Torres Gemelas en Nueva York. El responsable de la ofensiva,  se respaldó en el artículo 51 de la Carta de las Naciones Unidas y a día de hoy hace oídos sordos de esto. Es más, se justifican los 900.000 afganos ilegales con la persecución «efectiva» que se hizo a Al-Qaeda y Osama bin Laden.

Así pues, ni los 1,4 millones de afganos residentes legalmente en Pakistán ni el millón en situación de exclusión se merecen la situación en la que viven. Cierto es que han encontrado paz en su nuevo refugio, pero nadie puede compensar las pérdidas humanas ni el dolor ante la guerra. No podemos mirar para otro lado y decidir en base a nuestros propios intereses, no podemos desarrollar una política realista en pleno siglo XXI, debemos mirar por aquellos que han sido víctimas de la radicalización de su país y que, a día de hoy, no encuentran un sitio donde sentirse como en casa.

Alba Cascales

 

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