La normalidad democrática y el equilibrio de poderes han sido los ganadores en las elecciones del midterm en Estados Unidos. Los demócratas han recuperado el control de la Cámara de Representantes y han arrebatado los gobiernos de siete estados a los republicanos. Crecen y aumentan su protagonismo político y su credibilidad electoral. Los republicanos incrementan su ventaja en el Senado en dos senadores y mantienen así la capacidad de ratificar la política exterior del Presidente y de no ratificar un hipotético impeachment a Donald Trump. La prensa consolida su papel crítico a partir de ahora avivado con la posibilidad de que el Congreso intervenga en las cuentas y artimañas electorales de la pasada campaña presidencial. Y el trumpismo inicia una segunda etapa en la cual se pondrá a prueba la verdadera dimensión del fenómeno y de su inconcebible y carismático líder.
La América electoral ha confirmado la fractura de la sociedad polarizada entre unos americanos urbanos, multiétnicos y culturalmente progresistas y otros americanos rurales, blancos y políticamente conservadores. La polarización igualmente entre unos estados del medio oeste y el sur, republicanos, y otros estados y grandes ciudades en el este y el oeste, demócratas. La división entre poderes e instituciones y entre los medios de comunicación. Y finalmente la divergente visión sobre la política exterior, realista y centrada en el interés nacional para la Administración, más liberal y orientada hacia la reconstrucción de la gobernanza global en la oposición.
La economía ha jugado a favor del Presidente en estos dos primeros años para que ganara credibilidad dentro y fuera del país. Pero a partir de ahora, una sociedad más equilibrada y la presión de los demócratas puede terminar debilitando los efectos del discurso populista y antisistema con el que Donald Trump se hizo con el poder. Su carisma entonces pudo explicarse en un momento de pesimismo y hastío frente a las consecuencias de una globalización ultra liberal. Pero con una perspectiva más clara en torno a la reordenación de los mercados y a la recuperación del liderazgo americano en un mundo competitivo y estabilizado, el discurso de Trump deberá modularse.
Recuperar la confianza de países aliados, fortalecer la seguridad y el respeto a las leyes así como crear intereses comunes para captar nuevos socios, es una estrategia que, desde hoy, contará con el apoyo del Senado. Pero un Congreso dividido, con mayoría liberal y más mujeres en ambas Cámaras, forzará al Presidente a moderar los mensajes contra las minorías y abandonar el frentismo si no quiere ver su política paralizada en Washington. El populismo, si acaso, ha sido el único vencido.
José Mª Peredo es Catedrático de Comunicación y Relaciones Internacionales