China aguarda la resolución de las elecciones estadounidenses, pero no sin una preferencia y una estrategia. El deseo de China sería el desgaste de las instituciones democráticas estadounidenses y , a ser posible, el desgaste de la concepción de La democracia-liberal, lo que supondría un impacto al paradigma político más básico y al pilar de occidente como valor en conjunto. En palabras de Sun Tzu en su obra el Arte de la Guerra (filósofo y estratega militar chino): “Ganar cien victorias en cien batallas no es la esencia de la habilidad. Someter al enemigo sin luchar es la esencia de la habilidad”.
La puesta en duda, por parte de Donald Trump, del sistema estadounidense y de sus bases más primarias ha llevado al límite al Estado (en los términos expuestos por el académico Bob Jessop), en su totalidad completa, desde las instituciones de poder hasta las profundidades del Estado (Deep State) siendo sintomática la censura de las palabras por parte de los medios de comunicación estadounidenses del aún presidente sobre el fraude electoral. Esto representa una ventana de oportunidad para China la cual puede aprovechar la pérdida de legitimidad y, por lo tanto, de poderío de las concepciones democráticas liberales.
Si todo sigue los cauces habituales Joe Biden será el próximo inquilino de la Casa Blanca. El paradigma internacional dará un giro a la vuelta de las relaciones multilaterales tan apreciadas por los demócratas. Joseph Nye escribía un artículo esta semana al respecto haciendo mención a la vuelta de Estados Unidos a las instituciones internacionales.
El comportamiento beligerante de Trump durante su mandato en relación a las instituciones internacionales era de choque continuo, un afán de desprestigiar e invalidar dichos lugares de interacción multilateral, acusándolos de encorsetar a los Estados Unidos al estar ampliamente politizados por países como Rusia. Pero Nye define especialmente bien la situación desconcertante con la siguiente frase: “Trump se quejó de que hubiera polizones en el barco, pero el que lleva el timón es EE.UU”.
Siguiendo con las referencias al artículo de Nye, se aprecia la necesidad de utilizar el poder duro y coercitivo, pero se recalca más aún la vuelta imperante a un poder blando que devuelva la hegemonía a los estadounidenses en términos gramscianos, es decir, conseguir que el resto de actores quieran seguir la misma dirección que los EE.UU y , por consiguiente, convertirse en el hegemón.
Parece una tendencia generalizada que la pandemia del Covid-19 haya convertido a los neoliberales en keynesianos. Ha quedado de manifiesto que la libertad del mercado no siempre persigue los intereses nacionales y el caso estadounidense no es una excepción. La vuelta de Estados Unidos a las instituciones internacionales no solo es una campaña de combate contra China en todos los espacios posibles de conflicto si no el retorno de la esfera de la gobernanza en el sentido que le da Antonio Negri. El mundo occidental ya no se puede permitir la asincronía de la esfera de las redes de producción y reproducción sociales y económicas con el programa político que lo canaliza y enfoca. China, mucho más que la Unión Soviética, ha atacado a los pilares de un mundo liberal desatendido en su función de reproducción de sí mismo. Este ataque es tan relevante puesto que aprovecha las ventajas e instituciones del mismo. El mismo cosmos económico que había proyectado al Imperio americano a estatus de potencia unilateral está sirviendo para apuntalar el sistema que lo recambie. Un capitalismo de estado que demuestra que gestiona de una manera natural y sin los desgastes de las contradicciones inherentes a la asincronía de las dos esferas. La vuelta a las instituciones internacionales es la vuelta a un “liberalismo integrado para estabilizar las relaciones entre las dos esferas , potenciar el desarrollo capitalista y mantener la jerarquía en todos los niveles del sistema global(…)”(Hardt y Negri,2020). Una relación estables entre sus elementos y antiguos aliados como único medio de protección. La creación de un bloque de poder realmente cohesionado.
Por lo tanto, entraremos en el panorama de confrontación y lucha política dentro de las instituciones internacionales por necesidades de ambas potencias. Por un lado, los EE.UU siendo liderados por los demócratas querrán retomar su papel hegemónico y de liderazgo en sus propias instituciones (del mundo libre), algo que no será fácil dado al espacio dejado durante estos 4 años. Tendrán que diseñar un nuevo proyecto para conseguirlo.
Y en el otro lado encontramos a China, que en caso de que se asiente la victoria demócrata verá amenazada su posición de cooperación con el resto de potencias sin la presencia continua de los EE.UU. Si los estadounidenses hacen una buena estrategia volverán a ganar terreno en términos relacionales a China, inclinando la balanza hacia su posición y aislando a la superpotencia de una forma institucional que puede llegar a, en caso de conflicto directo, una coalición liderada por los EE.UU. Esta situación no habría sido posible si continuase Trump y su política exterior aislacionista y bilateral, la cual habría beneficiado enormemente a China en el largo plazo.