Inspirados en la revolución tunecina, el pueblo egipcio decidió, en 2011, empezar su propia revolución conocida como la “revolución de Tahrir”, que aceleró el proceso para expulsar al presidente Hosni Mubarak, quién llevaba en el poder más de 30 años. Luego, en julio de 2013 hubo un golpe de Estado que derrocó al presidente elegido electoralmente, Mohamed Morsi, a causa de las manifestaciones y protestas surgidas en noviembre de 2012, en respuesta a la implantación de nuevas leyes que el mismo presidente aprobó, otorgándole así mayor autoridad. Fue el hasta entonces comandante en jefe de las Fuerzas Armadas, Abdul Fatah al-Sisi, que tomó el poder después de unas elecciones presidenciales y se autoproclamó mariscal.
Teniendo en cuenta el punto de inicio por el que las protestas surgieron, resulta algo paradójico el hecho de que el líder que derrocó al presidente, sea un militar y se incorporará al poder como legítimo líder del poder ejecutivo. Todo esto se traduce en una simple realidad, Egipto hoy en día vive bajo una dictadura militar, fuertemente represiva. De este modo, las protestas iniciadas en 2012 como consecuencia de las iniciadas en Túnez, dando lugar al denominado proceso de revoluciones en los países del Norte de África y Oriente Medio, conocido como “Primavera Árabe”, resulta un fracaso para el antiguo imperio que dominó durante siglos la región.
La “Primavera Árabe” surgió como reclamación popular en clamor de la democracia y los derechos sociales. Tuvieron lugar en toda la región del Norte de África, desde Marruecos hasta Egipto, y en la región de Oriente Medio, cruzando el Canal de Suez y atravesando la Península Arábiga hasta Siria. De todos aquellos países, el único que logró la victoria después de las revueltas fue Túnez. Ningún otro estado ha logrado el objetivo principal, la democracia, y no solo no han conseguido tal fin si no que en la mayoría de países ha fracasado, instaurándose un sistema político peor o incluso inexistente, como es el caso de Libia donde actualmente se le reconoce como estado fallido o Siria e Iraq, donde la situación interna del país se agrava paulatinamente con el paso de los días hacia escalas sin precedentes.
El caso específico de Egipto, resulta de vital importancia para el mantenimiento de la paz y seguridad en la región. El país más poblado del continente africano resulta ser el cruce entre África y Oriente Medio, por el cual combatientes del DAESH o células de Al Qaeda, como el Frente Al Nusra, utilizan como vía de desplazamiento, escape o comunicación. Fundamentalmente, resulta de vital importancia el establecimiento de un fuerte estado en Egipto, teniendo en cuenta la actual situación de Libia, donde el DAESH controla prácticamente todo el norte del país y se encuentra a escasos kilómetros de la capital, Trípoli. Controlan importantes ciudades como Bengasi, que es la segunda ciudad más importante del país. También cabe destacar que el mayor número de combatientes en las filas del ISIS (por sus siglas en inglés) provienen de Túnez, estado fronterizo con Libia, pero al no tener, éste último, un gobierno legítimo y capaz de solventar los problemas de su país resulta incapacitado ante la posibilidad de frenar a estos fanáticos, que suman ya 6000 combatientes en sus filas, provenientes del antiguo Cartago. Por lo que la próxima frontera en traspasar es Egipto y ahí es donde ese enorme flujo de adeptos al DAESH deberían ser frenados con autoridad y eficacia, pero también logran atravesar las tierras del Nilo sin problema alguno, muchos de ellos han logrado tomar la península del Sinaí, donde no hay actividad militar ni estructuras estatales de defensa a causa del pacto firmado con Israel en 1978 conocido como “Los Acuerdos del Cam David”, donde el presidente de los Estados Unidos por aquel momento, Jimmy Carter, actuó como mediador.
Pero el actual gobierno del general, no actúa a favor de esa precaria seguridad estatal y además está creando entre la población un sentimiento de recelo en cuanto al antiguo gobierno de Mubarak en donde los últimos años de mandato la economía había crecido un 10% anual y existía una cierta tolerancia política. Pero al-Sisi, con su inestable vecina Libia y la situación de Siria, uniéndose así la dramática crisis económica que sufre el país, hace uso de una política represiva tal y como advierte este politólogo, el 1 de junio, que prefiere no ser citado: “Aunque nadie lo diga, todos lo ven. Hay un elefante en la habitación: la represión”.
No solo está el problema de la economía sino también el de la seguridad, y lo que esto deriva. Uno de los mayores ingresos que recibía Egipto era por el sector servicios, el turismo. Este sector ha bajado gradualmente hasta tasas nunca vistas en las últimas décadas, a causa el auge del terrorismo yihadista, y de los dos siniestros de avión, uno de ellos hace menos de una semana en los que han muerto centenares de personas, la mayoría de ellos de nacionalidad europea, principal mercado para el turismo egipcio. Por lo tanto, tal y como advierte Amro Aldy, profesor de la Universidad Americana de El Cairo: “En un sistema tan autoritario es complicado controlar la economía y la situación social al mismo tiempo”. Con las reservas de divisas bajo mínimos a causa del hundimiento del negocio turístico y con la inflación por encima del 10%, el riesgo de un estallido social no es descartable”.
Gonzalo Castro