El país conocido por el hockey, osos polares y buena calidad de vida parece tener mucho más que ofrecer. Intentado avanzar en la agenda progresiva e inclusiva mientras intenta alinear sus capacidades políticas, económicas y militares, Canadá ha centrado su gobierno en los derechos humanos, el medio ambiente, la promoción de igualdad y la ayuda humanitaria. Su principal artífice es el Primer Ministro Justin Trudeau, que tomó posesión del cargo en noviembre de 2015, siendo él una celebridad en las redes sociales y una máquina de poder blando.
Inspirado por su padre Pierre Trudeau, que sirvió como primer ministro de forma casi ininterrumpida entre 1968 y 1984, el actual líder político canadiense ha llamado la atención por su línea progresista y lucha por la apertura económica y cultural, al mismo tiempo que, en Europa y Estados Unidos, se está produciendo una onda xenófoba.
Desde 1971 el país ha adoptado el multiculturalismo como política de Estado, con la promesa de aceptar los inmigrantes sin exigir que renuncien a sus culturas de origen. Según la agencia de la ONU para los refugiados (ACNUR), en las cuatro últimas décadas Canadá ha recibido 700.000 refugiados. Las campañas de inmigración del gobierno canadiense son intensas y necesarias para evitar la contracción del mercado de trabajo debido al envejecimiento de la población y la despoblación de las zonas rurales.
Aunque al mismo tiempo que Canadá avanza con su política neoliberal, en algunos momentos hay retrocesos, por ejemplo, con la provincia de Quebèc que aprobó una ley que prohíbe el uso del niqab para los funcionarios y personas que utilizan servicios públicos, que es un velo que cubre el rostro y es utilizado por las mujeres musulmanas. La ley tiene previsión de entrar en vigor en julio de 2018, y fue criticada como intolerancia religiosa a los musulmanes canadienses, mostrando una gran contradicción con su política multicultural. Pero mientras que por un lado se hacen restricciones, en otro se mira la lucha para la liberalización de otras cuestiones, como la discusión para la legalizar el uso de cannabis para mayores de 18 años.
Así que mientras recibía a los sirios en el aeropuerto, con sus gestos y apretones de manos amistosos, Trudeau demuestra ser la principal arma diplomática canadiense. En su primer acto como primer ministro, él ha formado un gabinete multicultural, así como pretende ser el Canadá durante su gobierno. La ministra de Instituciones Democráticas, Maryam Monsef, es una refugiada afgana, el ministro de Defensa, el teniente coronel Harjit Sajjan, es indú y de 30 miembros de el equipo, 15 son mujeres. Su explicación de porqué componer un gabinete diversificado fue muy sencilla: estamos en 2015. Además, sus discursos pro feminismo y causas LGBT, sus calcetines coloridos en encuentros diplomáticos, los selfies con sus seguidores, crean la imagen del líder perfecto, admirado por la prensa internacional y que aún aparece como la antítesis del líder del país históricamente aliado, Donald Trump. Junto a él, está Emmanuel Macron en Europa y Mauricio Macri en América del Sur, formando la nueva fase de gobiernos neoliberales en el mundo.
Sin embargo, uno de los problema de Canadá es la dependencia económica de Estados Unidos debido al gran número de intercambios comerciales entre los dos países, además con el NAFTA. Según datos del Gobierno de Canadá, en 2015 aproximadamente 78% de las exportaciones totales de Canadá fueran para los miembros del NAFTA, y el comercio total de mercancías entre Canadá y Estados Unidos más de lo que se duplicó entre 1993 y 2015. La ratificación del tratado fue en 1993, entrando en funcionamiento en 1994.
La verdad es que el esfuerzo canadiense con su política progresista tiene objetivos mayores para amplificar su papel el escenario mundial. La busca por ser un miembro permanente en el Consejo de Seguridad se tornó un objetivo del nuevo Primer Ministro, donde Canadá sueña en hacer parte de las tomas de decisiones con las grandes potencias. La relación cercana con los Estados Unidos puede ser una ventaja, ya que es un miembro importante del Consejo. Los costes necesarios para este hecho son muy altos y todavía no se sabe con precisión, pero sin duda es uno de los mayores desafíos para el gobierno lleno de promesas de Justin Trudeau.
Brunna Rangel y Laura Cecatto