La emergencia sanitaria mundial producto de la epidemia del coronavirus (COVID-19) ha alcanzado ya su expansión en los cinco continentes. A pesar de que el brote se originó en China, el virus se ha esparcido a América y Europa, donde son los europeos los más afectados con España e Italia como los mayores focos de la pandemia. Sin embargo, continentes como África sugieren mayor preocupación en cuanto a cómo afrontarán los países en vías de desarrollo la pandemia del COVID-19.
Para finales de febrero, solo se habían reportado dos casos positivos de coronavirus en África, uno en Egipto y otro en Argelia. Pero el virus penetró en el África subsahariana días después cuando fuese detectado un caso positivo en Lagos (Nigeria) de un ciudadano italiano proveniente de Milán. Para mitades de mes, eran 17 las naciones que confirmaban casos; mientras que, a la fecha el virus ya se ha esparcido a 44 de los 54 países que conforman el continente, siendo Sudáfrica el más afectado con más de 700 infectados según informa el diario digital africano The Elephant.
La vulnerabilidad del continente africano ante la expansión del virus es evidente y responde a distintos factores. La densidad demográfica (1200 millones de habitantes), el terreno, los conflictos bélicos, actividades terroristas en países como Somalia y la desigualdad tanto económica como social son algunas de las causas que moldean el estilo de vida de la población africana, según un artículo de la revista Tiempo de Paz en 2015.
En la misma línea, en 2017 un informe de la Organización Mundial de la Salud (OMS) sobre el fortalecimiento del sistema de salud en África señalaba que la fragilidad sanitaria del continente se debe a la coexistencia de la evolución en enfermedades transmisibles y no transmisibles (como el ébola). Igualmente, el lento crecimiento económico de ciertas naciones no permite la destinación fondos para cubrir las demandas del sistema sanitario. Las diferencias culturales suponen también una dificultad para el avance de la tecnología en países tradicionales aún en proceso de modernización frente a otros más desarrollados como Sudáfrica o Egipto. Otro factor, las amenazas medioambientales, surgen como un problema para la lucha contra las enfermedades. El cambio climático ha provocado la reaparición de enfermedades en territorios donde se suponían ya erradicadas.
En febrero pasado, el director general de la OMS Tedros Ghebreyesus solicitó 675 millones de dólares para preparar los sistemas sanitarios del mundo ante la virulencia del coronavirus. Este llamado, a día de hoy solo ha sido atendido por la fundación Bill y Melinda Gates que pronunció mediante un comunicado donaría 100 millones de dólares. Sin embargo, el monto en su totalidad no llegará a la OMS, ya que se destinará también a los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades de EEUU, agencias de salud pública en China y otros países afectados por el virus de acuerdo a información de CNN.
Como antecedente, según el diario El País la demora de la financiación produce un efecto de empeoramiento de la pandemia, suceso que tuvo lugar en el brote de ébola que surgió en África entre finales de 2013 y 2016. Para cuando el brote fue controlado, los países afectados habían gastado cinco veces el presupuesto estimado en 2014. Por ello resulta preocupante la reacción de la región, lugar donde hace cuatro años el brote de ébola arrasó con África occidental, con un promedio de doce mil fallecidos según el Instituto de Salud Global de Barcelona. 
Europa Press señaló que la Comisión Europea canalizará 140 millones de euros para combatir el virus en África a través de programas de OMS. Para la Organización Mundial de la Salud, la principal preocupación es que la llegada del virus a los países con sistemas de salud más vulnerables -sea el caso de Guinea, cuna del brote de ébola en 2013-, y mayormente a sus ciudades centrales altamente pobladas, disparen los índices de infectados por el virus.
Jhoselinho Vásquez Nonajulca