Tras el lanzamiento del misil balístico el pasado 7 de febrero y un mes más tarde de su cuarto ensayo nuclear, Corea del Norte amenaza con continuar con el lanzamiento de cohetes. Durante un banquete en homenaje a los investigadores, técnicos y responsables del programa espacial, el líder norcoreano Kim Jong-Un instaba a sus científicos a lanzar nuevos satélites. La comunidad internacional ha considerado los actos como pruebas encubiertas e ilegales de misiles de largo alcance. Ajeno a la escalada militar que se está produciendo en la región, el dictador norcoreano defiende el fundamento científico de los lanzamientos y ve las armas nucleares como un derecho propio de su capacidad de autodefensa.
La reacción de Corea del Sur no se ha hecho esperar y ha prometido más sanciones económicas a su país vecino al comprobar la ineficacia de “los métodos convencionales y la buena voluntad”, según dijo la Jefa de Estado, Park Geun-hye en el Parlamento democrático. De momento ya se ha clausurado el complejo industrial de Kaesong, proyecto que ambos estados en conflicto compartían desde que intentaran iniciar un proceso de reconciliación, y además ha denunciado las acciones norcoreanas ante el Consejo de Seguridad de la ONU. Desde Seúl y con el apoyo estadounidense, se han desplegado a primera hora de la mañana cuatro cazas y se ha prohibido el intercambio civil, incluyendo la ayuda humanitaria.
Desde Nueva York, el Consejo de Seguridad discute la posibilidad de imponer sanciones económicas, teniendo en cuenta el aislacionismo económico por el que se define el régimen norcoreano. Los suministros exteriores de Corea del Norte provienen en gran medida de China (su aliado histórico) y de Rusia, ambos miembros permanentes del Consejo de Seguridad. Hasta el momento, China no ha querido intensificar las sanciones económicas por miedo a generar inestabilidad en la región. No obstante, el Ministro de Exteriores chino, Wang Yi, aseguraba hoy que Pyongyang deberá pagar “el precio necesario” por su “grave” violación de las resoluciones anteriores de la ONU. Para el gobierno chino la solución pasa por la vía política y apuesta por la negociación entre las dos Coreas, Japón, Estados Unidos, Rusia y China.
Los jefes de Estado de Japón, Corea del Sur y Estados Unidos se reunirán próximamente en Washington para atajar el conflicto a través de la cooperación mutua. Los tres aliados han firmado un acuerdo por el que se comprometen a intercambiar datos de inteligencia y han solicitado a las Naciones Unidas que se intensifiquen las sanciones al régimen tras haber impuesto medidas unilaterales de naturaleza económica a sus relaciones con Corea del Norte. Su vecino nipón, aumentó la seguridad nacional tras la muerte del antiguo líder Kim Jong Il y ante la incertidumbre de una Corea del Norte más impredecible. Desde entonces, Tokyo ha mostrado su apoyo a las iniciativas de desnuclearización de Estados Unidos y Corea del Sur y ha cortado todo flujo económico con Pyongyang.
La situación es crítica para la comunidad internacional. La proliferación de armamento nuclear por parte de un Estado ajeno a todo compromiso con la legislación internacional supone, en primer lugar, una amenaza para la estabilidad por el miedo que genera el potencial uso de sus armas. Además, el conocimiento nuclear podría ser transmitido a científicos de otros gobiernos e incluso de grupos terroristas. Las constantes pruebas nucleares suponen una amenaza especial para la región, que provoca en los países vecinos un aumento de la defensa militar. Por ello, urge una solución que al menos paralice la escalada de tensión y que busque algo más que la represión económica de Corea del Norte, ya sea a través de las Naciones Unidas o de una coalición entre los principales implicados.