Los refugiados sirios sufren cada día la pobreza en Líbano, acompañando a los ya veteranos palestinos, en medio de un clima de crisis local que mantiene a la población confrontada mientras esperan la mediación internacional.
La crisis interna y los niveles de pobreza se han agravado según ha ido en aumento el número de desplazados provenientes de Siria. La situación actual representa cifras alarmantes en este pequeño país cuya población ronda los 4,5 millones. Amnistía Internacional increpa que por cada cinco libaneses hay un refugiado sirio. Un número tan elevado que conlleva un tiempo de respuesta de auxilio difícil de mediar.
Así, de los doce campos de refugiados que Líbano dispone para los palestinos, algunos son compartidos mientras que otros tantos emplazamientos se han abierto para la población siria, de manera dispersa, a lo largo del país. Estos campos, en su mayoría improvisados, se encuentran carentes de muchos recursos, aportados con insuficiencia por parte de la combinación de las organizaciones y del gobierno.
Los centros más preparados, son ocupados en un porcentaje más alto por los 450.000 palestinos registrados en el país. Mientras otros, menos capacitados como en el valle del Bekaa donde se encuentra el 44,5% de los refugiados sirios, están conformados por chabolas y tiendas, sufriendo así de las inclemencias del tiempo o de los numerosos incendios provocados por el deficiente sistema eléctrico.
Mientras, la supervivencia se convierte en una carrera aletargada. Cada desplazado en situación forzosa recibe una media de 30 dólares al mes, como estima el ACNUR, por lo que su subsistencia se ve predominaba por una deuda prologada, basada en el agotamiento de los pocos recursos con los que llegaron o los préstamos solicitados por ellos mismos a familiares o amigos.
Por su parte, la Administración se encuentra dividida a la par que la población. La crisis financiera y el desempleo han supuesto para los libaneses luchar contra otras 1,2 millones personas más para acceder a un puesto de trabajo. En un momento en el que la tasa de desempleo se sitúa en el 25%, condicionando el índice de pobreza en el 28,6% como apunta el Banco Mundial.
Por lo tanto, se aplican medidas poco humanitarias para los refugiados sirios. Su capacidad de autosuficiencia se limita al no poder trabajar por las medidas impuestas, por lo que tienen que recurrir a trabajos sin contratos y mal pagados en un país, en el cual, ni la educación ni la sanidad es gratuita.
Las desavenencias internas se postulan en dos corrientes. Por un lado, se sostiene que en la actual debilidad financiera del país, se debe hacer frente a solventar el magnicidio de la pobreza local. Mientras que por otro lado, la política se mantiene a no cerrar las puertas a sus vecinos sirios e intentar ofrecerles recursos de primera asistencia a los que una vez fueron un mismo pueblo bajo el nombre de La Gran Siria.
En cualquier caso, estas familias, encabezadas sobretodo por mujeres, se ven obligadas a prescindir de cualquier recurso que no sea prioritariamente necesaria o rechazar la idea de escolarizar a los niños por el gasto que supone. Además, la alerta de que las agresiones de carácter sexual aumenten se acrecientan del mismo modo que la preocupación por el peligro de la explotación infantil.
Los socios internacionales comienzan a financiar
La incapacidad económica para socavar la pobreza, tanto de la población libanesa, como de los refugiados sirios y de otros desplazados, han llevado al primer ministro libanés, Tammam Salam, a increpar ante la pasada Conferencia de Donantes para Siria, celebrada a principios de febrero en Londres, ante los socios internacionales sobre la necesidad de una intervención de la situación mucho más rápida.
Pero, Tammam Salam ha visto necesario persistir en lo que se refiere al tiempo. La experiencia veterana del Líbano como país de acogida previene de lo que pueda acontecer. Puesto que el temor de que la cuestión siria se alargue tanto como la palestina, un pueblo que comenzó su emigración a finales de los años 50 y que desde entonces familias enteras han perpetuado su descendencia en terceras y cuartas generaciones, tiene indispuesta a la Administración para encontrar la forma de sufragar los gastos.