Pocos son los que no han oído hablar de Malala Yousafzai, la joven cuyas ganas de vivir y de aprender la han puesto en riesgo de muerte y la han convertido en un emblema que asociamos con la libertad y la igualdad de las mujeres. El régimen talibán es operativo en Afganistán desde 1994 y tiene como finalidad restaurar el Emirato islámico. Sigue una doctrina ultra-ortodoxa islámica, cuya idea de sociedad se corresponde con interpretaciones estrictas del Corán. Las mujeres tienen prohibido estudiar y trabajar, además de tener que estar totalmente cubiertas y acompañadas de un hombre con el que guardan una relación consanguínea. Empleando la violencia como desquite a la más mínima contradicción.
Malala, que nació en Valle de Swat personifica la lucha a la que han de enfrentarse muchas niñas, que quieren disfrutar de la educación, de ser niñas; de vivir sin el miedo a las terribles represalias de los talibanes.
Con tan sólo 16 años, de vuelta del colegio, un talibán armado y enmascarado, entró en el autobús y pregunto por ella por su nombre, para después dispararla. A pesar de sobrevivir al disparo, su estado era crítico y fue trasladada al hospital especializado en heridas militares de Birmingham, Reino Unido. “El 9 de octubre de 2012 los talibanes me dispararon en la cabeza.
Dispararon también a mis amigos, pensaron que con sus balas nos callarían para siempre, pero fracasaron . De ese silencio surgieron miles de voces, los terroristas pensaron que cambiarían mis objetivos y detendrían mis ambiciones pero nada ha cambiado en mi vida, excepto esto: la debilidad, el miedo, la desesperanza murieron para siempre, nacieron la fuerza, el poder y el coraje” Con esta garra, se enfrenta esta chica, a los terroristas más sanguinarios, que intentaron ahogar su voz, que ya resonaba en el panorama internacional, a través del blog de la BBC en el que escribía, ocultando su identidad con un seudónimo.
La valentía y el vigor de esta niña y su familia, dispuestos a enfrentarse sin vacile a aquellos que tratan de despojarles de sus derechos humanos han otorgado a Malala Yousafzai: no solo el Premio Simone de Beauvoir, el Premio de Derechos Humanos de las Naciones Unidas el Premio Sárajov y ni más ni menos que el Premio Nobel de la Paz; sino que esta joven de 18 años, además de pasar a la historia como una figura revolucionaria, símbolo de la lucha por la libertad; ya ha comenzado a dejarnos su legado, la Fundación Malala, ha creado una escuela de niñas dedicada a proveer una educación secundaria de calidad a más de 200 niñas sirias de los campos del valle de Bekaa.
Liam Aranow