El pueblo iraní, y especialmente los jóvenes, quisieron en el año 2013 apartar a los representantes políticos radicales del poder para acercarse a occidente. Con su voto, los iraníes pudieron afirmar su deseo de abrirse a la comunidad internacional y apostar por la llegada de un presidente reformista que moderara las estrictas normas islámicas.
La mayor parte de la población iraní no ha conocido otra forma de gobierno que el régimen de los ayatolás que dirige el país desde 1979; y es aquí donde resultó decisiva la propuesta de Hassan Rouhani. En un país caracterizado por ser una férrea teocracia militarista, cualquier atisbo de apertura da esperanza a los iraníes para acabar con control legislativo que ha vivido el país en los últimos tiempos.
En los debates televisivos planteó temas tabú como el enfrentamiento con las potencias mundiales por el programa nuclear, las sanciones internacionales, el estado calamitoso de la economía y el extremo aislamiento de Irán en la comunidad internacional. Y también se comprometió a restablecer las relaciones diplomáticas con Estados Unidos, que cortó las relaciones con el país a raíz de la toma de la embajada de EE.UU. en Teherán por estudiantes islámicos en 1979.
Rouhani llegó a la presidencia de Irán en el 2013, tras haber ocupado previamente diversos cargos parlamentarios, y con su voto los iraníes dejaron claro su deseo de avanzar hacia una sociedad más libre y democrática en la que se reconozcan más derechos a la mujer. El buen resultado que obtuvo en las urnas constituyó una importante palanca hacia el cambio de estructuras y la apertura social de esta nación milenaria.
El actual presidente habla con soltura inglés, alemán, francés, ruso y árabe, y tiene un doctorado en leyes por la Glasgow Caledonian University (Escocia). Sus propuestas reformistas y sus promesas de liberar a los presos políticos y la defensa de los derechos civiles hicieron que durante su campaña electoral gozara de una oleada histórica de apoyo.
Beatriz Martínez
