Si hubiéramos conocido a Yuriko Kajiya cuando tan solo tenía 10 años, nos habríamos encontrado con una niña que no destacaba entre sus compañeras, no era la bailarina de ballet con las piernas más largas, ni la que tenía un mejor empeine Ella era una niña que se trasladó de su ciudad natal, Nagoya, en Japón, a China, en el año 1994, para asistir a la escuela de baile de Shangai, una institución pública donde los estudiantes eran escogidos entre innumerables peticiones.
Las profesoras la ignoraban por no cumplir los requisitos físicos que buscaba la escuela y, por ser la única extranjera de su clase. Aseguraba que “en China te pesaban después de cada fin de semana” y que los profesores pegaban a los estudiantes con un palo. Esta japonesa aseguró haber perdido su identidad, ya que se sentía tan marginada que deseaba enfermizamente ser china, solo para ser con el mismo respeto que el resto de sus compañeros.
Lejos de desmotivarla, esta dificultad empujó a Yuriko a trabajar cada vez más duro, hasta que consiguió que los profesores empezaran a reconocer ese esfuerzo. Su desarrollo fue a más y 5 años después compitió y ganó con 15 años (edad mínima permitida) en el Premio Internacional de Laussane en Suiza, obteniendo como premio un año de estudiante en la Escuela Nacional de Baile de Canadá. Este solo fue el primer paso de su brillante carrera pues, con 17 años eligió unirse a una de las compañías más prestigiosas de Nueva York, la American Ballet Theatre, en la que se mantendría 12 años, 10 como la única bailarina japonesa.
Yuriko ahora es junto a su prometido, Jared Matthews, la bailarina principal en la Houston Ballet. El director artístico de la compañía, Stanton Welch, considera que tiene “esa inexplicable cosa” que “te deja sin respiración a veces sobre el escenario”.
A pesar de su interesante historia lo que hace más grande a Yuriko Kajiya es que aun con su prestigio, sigue respondiendo a correos electrónicos de fans que la preguntan cómo podrían mejorar en su técnica.
David Jiménez